Vísteme despacio que tengo prisa

13/05/2019

Cuando el agua ha empezado a hervir, apagar el fuego ya no sirve de nada

Nelson Mandela

Tras el breve, precoz y malogrado levantamiento de Leopoldo López y Juan Guaidó en Venezuela, Nicolás Maduro convocó a una Jornadas de Diálogo Nacional, en busca de un respiro frente a los diferentes embates que libra con frentes civiles y militares que han decidido abandonarlo en busca de una nueva Venezuela; su gobierno se sostiene de alfileres pero se ha aferrado al poder, legitimado por una democracia aparente, el cual se puede augurar que no dejará sin recurrir previamente a la violencia y al derramamiento de sangre.

Cada quien realiza su estrategia en el juego de usurpadores contra conspiradores: Juan Guaidó juega a ser presidente interino con el apoyo de Estados Unidos para cesar la usurpación; Maduro juega a la Revolución Bolivariana con el apoyo de su ejército, Rusia y Cuba para derrocar a los conspiradores y traidores a la Patria; Leopoldo López juega a armar una rebelión escondido y protegido por España, desde donde no pierde la ilusión de ser Presidente. Tanto Nicolás Maduro como  Juan Guaidó han llamado a la movilización de sus seguidores frente a la batería de manifestaciones opositoras pero, sin duda, quienes pagan los precios más altos de estas confrontaciones son los gobernados.

Ahora bien, en el plano internacional, Estados Unidos acusa y pide a Cuba y Rusia que dejen de apoyar al régimen de Maduro, mientras que Cuba lo desmiente y Rusia acusa a Estados Unidos de interferir en Venezuela ya que considera que tras los intentos de golpe de Estado está Estados Unidos. No está de más preguntarnos por qué estos países tienen interés en Venezuela.

Mientras venezolanos y extranjeros se autoproclaman, dividen y reparten sus fuerzas, el principal anhelo de la población en Venezuela es la normalidad del país, la cual no parece llegar y, de acuerdo a varios expertos, no se alcanzará por la vía de las armas sino de la democracia, con elecciones libres que determinen lo que quiere el pueblo venezolano ¿Y si la mayoría de los ciudadanos decide a favor de Maduro? Recordemos que incluso frente a la crisis que atraviesa el país sudamericano en realidad existe un número importante de seguidores de Nicolás Maduro.

Imaginemos utópicamente que se realizaran nuevas elecciones, mismas que volviera a ganar Nicolás Maduro, de tal suerte que el pueblo venezolano determine que él siga siendo su Presidente. En dicho caso ¿será adecuado que potencias extranjeras intervengan para mostrarle a la fuerza a la mayoría de la población que ese camino no es el adecuado para su futuro y que deben por medio de la fuerza escoger a la oposición, incluso en contra de su voluntad?, ¿hasta donde se debe dejar que un pueblo se auto determine hasta la destrucción? Aunque incluso sea peligroso llamar a elecciones, éste es el único camino que puede y debe transitarse, pues Nicolás Maquiavelo expresó: nada grandioso fue jamás conseguido sin peligro.

En general considero que ninguna decisión, como ningún cambio en Venezuela será fácil ni rápido, si bien es cierto que es imposible tratar de encubrir el deterioro en que se encuentra dicho país, afrontando una crisis humanitaria, hiperinflación, cortes energéticos, persecución política y una fuerte división de la sociedad. Un proceso democrático y la posible salida de Maduro apenas implicará un pequeño cambio en la voluntad del pueblo venezolano para reconstruir lo que no lograron proteger sus instituciones, lo contrario significará auto engañarse y pretender tapar el sol con un dedo.

Para que Venezuela transite hacia no sólo un nuevo Presidente, sino también un nuevo Estado requiere la participación activa, continua y progresiva de todos los ciudadanos, quienes se resisten a marcharse de un país en crisis y se han quedado para generar cambios día con día, quienes valientemente se manifiestan y luchan por sus ideales de Nación, los grandes héroes de Venezuela no son las naciones extranjeras que tienen intereses para intervenir, sino su mismo pueblo, el que no pierde la ilusión de juntar todos los pedazos de un país arrasado por el egoísmo y el autoritarismo para formar finalmente una Venezuela libre.

 

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