Soledad entre dos seres rotos

02/03/2020

Es tan cansado detestar a alguien que se ama

Simone de Beauvoir

¿Qué valor tiene una mujer? En la actualidad, en algunos países, culturas y religiones, todavía se considera a la mujer como una propiedad, una moneda de trueque, un bonito accesorio o un ser inferior, con poco potencial, débil y pasivo que debe estar bajo la protección y sometimiento de un hombre con el único fin de complacerle. Estas ideas han existido desde la antigüedad, se han replicado por los más importantes pensadores, teóricos, escritores y filósofos de la historia, pero también se han desestimado, sin lugar a dudas, a través de las continuas luchas de las mujeres y su incursión en la vida pública, la cual va mucho más allá de los hogares. No obstante, aún hoy quedan muchas deudas que saldar, muchos derechos que ejercer y muchos espacios por conquistar, mientras las mujeres siguen librando batallas por la credibilidad de sus demandas y la real aceptación de un estatus inequitativo, mismo que cada vez se hace más ruidoso y, también, más violento.

La violencia contra las mujeres, lamentablemente, ha sido aceptada como algo natural, merecido o, incluso, por algunas mentes retorcidas, como consentido, aceptado y deseado, lo que vergonzosamente lleva a justificar la violencia como consecuencia de algún acto o acción de una mujer, los cuales abarcan múltiples facetas o posibilidades que van desde cómo viste, su mirada, sus gestos, su forma de caminar, bailar, sentir, amar, hasta su forma de pensar; en simples términos, la violencia llega a provocarse por la sola existencia de la mujer. Sin duda, podemos afirmar que es alarmante el incremento en la violencia hacia la mujer en los últimos años: acoso, abuso sexual, hostigamiento y en los casos más graves, los feminicidios.

El feminicidio, en términos amplios, implica el homicidio de una mujer o niña por razones de género, entre las cuales se encuentran el odio, la venganza o la misoginia. En particular, los feminicidios constituyen una violación grave de los derechos humanos que tiene como trasfondo la violencia, desigualdad y discriminación que viven algunas mujeres, incluso en sus entornos más cercanos, como son los hogares. Un informe realizado por la OMS en 2013 indica que, globalmente, el 35% de las mujeres han sido víctimas de violencia física y/o sexual por parte de su pareja o por parte de personas distintas y, casi un tercio de esta cifra, se trata de casos de violencia conyugal. Asimismo, podemos destacar que el 38% de los homicidios femeninos fueron ejecutados por la misma pareja de la víctima.

En todo el mundo estos casos han ido en aumento y, aunque la cifra negra no nos permite contar con números exactos ni coincidentes, es importante resaltar que América Latina y el Caribe ha mostrado un repunte en dichos crímenes.

México, últimamente se ha posicionado como uno de los países más inseguros de Latinoamérica para las mujeres, ya que de las cifras se desprende que el 66.1% de las mujeres ha enfrentado violencia de cualquier tipo y de cualquier agresor, alguna vez en su vida; el 43.9% ha enfrentado agresiones del esposo o pareja actual o la última a lo largo de su relación, siendo que en éste último rubro se puede observar que las mujeres que se casaron o unieron antes de los 18 años, representan un 48.0%, mientras que quienes lo hicieron a los 25 o más años, representan un 37.7%. Por su parte, en el año 2018 se registraron 3.752 defunciones por homicidio de mujeres; el más alto registrado en los últimos 29 años.

A pesar de las lamentables cifras presentadas, es importante señalar que este problema se replica en muchos lugares del mundo, el cual es evidente que afecta de forma irreparable la vida de la sociedad.

No debemos equivocarnos, pues el problema no es exclusivo de las mujeres, sino es el problema de todas y todos, quienes queremos una vida sin violencia. La incómoda lucha que libran las mujeres hoy, formará parte de los logros de toda una sociedad del futuro, en la que no se señale, culpabilice o exhiba a una víctima bajo la predisposición de haber hecho algo incorrecto, por el simple hecho de ser mujer.

Una vez más, nos encontramos acompañadas pero solas, con una batalla de los secretos y los silencios, con las miradas atónitas de reproche, de desagrado, repulsión o indiferencia de algunos, quienes se resisten a entender que afortunadamente los paradigmas están cambiando y, que muy a su pesar, las mujeres nos hemos ganado un lugar prioritario en la historia y queremos ocuparlo. Nuestras demandas son legítimas, lo saben y lo sabemos; ahora debemos reconocernos mutuamente, sin resistencias ni violencia y sin la otredad salvaje que nos impulsa a desestimar al otro, la que nos lleva al odio.

Este, sin duda, es nuestro tiempo y nuestro espacio, es nuestro regalo para nosotras y nuestro legado para las que vienen. Nuestra voz es parte de una historia de grandes batallas para cambiar algo que no es biológico, sino un constructo social.

 

Imagem Ilustrativa do Post: Espírito de Equipe // Foto de: Anemone123 // Sem alterações

Disponível em: https://pixabay.com/pt/photos/esp%C3%ADrito-de-equipe-coes%C3%A3o-juntos-2447163/

Licença de uso: https://creativecommons.org/publicdomain/mark/2.0/

O texto é de responsabilidade exclusiva do autor, não representando, necessariamente, a opinião ou posicionamento do Empório do Direito.

Sugestões de leitura