Sobrepasados por los acontecimientos    

25/07/2022

Coluna Fictio Iuris

“El no ser útil a nadie es lo mismo
realmente que no valer nada”. René
Descartes

Todavía no hemos salido del COVID-19 y ya está presente la viruela símica, así que no hay duda de que el periodo 2019 a 2022 entrará en todos los libros de historia como una de las etapas más problemáticas en cuestiones sanitarias. Ahora bien, más allá de los acontecimientos que quedarán para la posteridad hay un punto en concreto que me preocupa y sobre lo cual tuve oportunidad de escribir allá por el año 2020: la aparente superfluidad de la OMS. Ya en aquel momento destaqué dos cuestiones que considero de necesaria atención: i) la principal función de la OMS es contar con un conocimiento y preparación adecuados ante una posible enfermedad, y ii) el financiamiento de esta organización se realiza a través de contribuciones señaladas (pagos obligatorios de los países por pertenecer a la OMS) y contribuciones voluntarias (pagos potestativos que las naciones quieran realizar).

El descontrol que existió con el COVID-19 parece repetirse con la viruela del mono, pues cuando surgieron los primeros casos de esta enfermedad, la OMS se limitó a manifestar que se trataban de supuestos aislados, excepcionales y controlados, sin embargo, actualmente, ha declarado la alerta máxima por el aumento de casos en el mundo.[1] No sé, pero esto me parece muy familiar, preocupantemente familiar e, incluso, un deja vu diría. Si partimos de la base de que la OMS debe estar preparada ante las enfermedades y, como consecuencia de ello, tomar las acciones necesarias para, a partir de la colaboración de los países, controlar las cuestiones sanitarias, me resulta, por decirlo suavemente, curioso, que lleguemos a un punto de emergencia como es el actual. Por otra parte, si los diferentes países aportan dinero a esta organización, el cual se supone que es para inversiones en investigación de enfermedades, la realidad parece mostrar que esos pagos no se traducen en resultados.

La verdad es que nunca he sido partidario de la creación de instituciones cuyas funciones son tan ambiguas, difusas e imprecisas como las de la OMS, pues basta ver el artículo 2 de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud para darse cuenta de que verbos como promover o ayudar son una constante y que, si bien suenan muy bonito, sin embargo, a la hora de aterrizarlos en la práctica, se quedan en poco menos que intenciones de buen samaritano. ¿Acaso con decir que hay una alerta máxima por viruela símica ya se está ayudando entendiendo esa ayuda como información para la población? Si es así, entonces está claro que la OMS cumple sus funciones, de igual forma que si el día de mañana nos dice -como hizo durante la pandemia de COVID-19- que nos encerremos en casa para evitar el contagio por la viruela símica, estaría fomentando una mejor salud. De esta forma estaría cumpliendo con dos de sus verbos esenciales en cuanto al catálogo de funciones, ahora bien, ¿en verdad se necesita que los países aporten dinero a una organización que está demostrando estar sobrepasada por los acontecimientos?, ¿qué fiabilidad otorga una institución que, en dos ocasiones seguidas y graves, cae en los mismos fallos?, y sobre todo ¿hasta qué punto se justifica la existencia de una organización que cuando ha tenido que hacerse presente, se limita a decir que no conoce los medios de transmisión de las enfermedades?

 

Notas e Referências

[1] Redacción BBC News, Viruela del mono: la OMS declara la alerta máxima por el aumento de casos en el mundo, BBC, publicado el 23 de julio de 2022, disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-62277365

 

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