Las nuevas armas de desestabilización geopolítica

26/02/2018

En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia,

pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven

Nicolás Maquiavelo

Nadie podría negar la relevancia de las redes sociales hoy en día toda vez que éstas son parte de la vida cotidiana de la población de cualquier país en el mundo. Es indudable que han acelerado el ritmo de la información y creado una nueva forma de interactuar entre los individuos, pero también se ha observado que pueden ser un factor de influencia en los procesos democráticos de los países.

Las pasadas elecciones presidenciales de Estados Unidos de América son un ejemplo de las posibilidades que encierran el uso de plataformas de internet, redes sociales, medios de comunicación, los que pueden sembrar confusión, crear inestabilidad, e influenciar; todo lo anterior, con la característica adicional de que esto puede originarse y controlarse desde cualquier parte del mundo.

En este sentido, el uso de bots, perfiles falsos o robados, fake news, anuncios pagados, técnicas de astroturfing y otras herramientas, pueden generar movilizaciones sociales, favorecer a candidatos, organizar manifestaciones, generar discursos de odio, persecuciones o crear descrédito social, entre muchos más efectos.

El poder de las comunicaciones no sólo ha logrado que la información esté al alcance de todos de forma más rápida y económica, sino que ha constituido un reto importante para muchos gobiernos que empiezan a analizar cómo contrarrestar los efectos negativos que pueden tener las tecnologías de la información. Esto constituye un gran reto en doble vía: por una parte, el analizar cómo filtrar un medio que es inmenso y que tiene de ventaja la libertad, el anonimato, la escasez de filtros, controles y fronteras y, por otro lado, se tendrá que lidiar con la falta de capacidad de los usuarios para evaluar la credibilidad de la información que leen.

Este año 2018, países como México, Venezuela, Brasil, Colombia o Italia acudirán a las urnas para definir a sus mandatarios, constituyendo gran parte de su preocupación la intensificación de esfuerzos para evitar la violencia, desestabilización, amenazas, confusión, influencia o interferencia nacional o extranjera.

Actualmente se tiene en la mira a Rusia, ya que muchos consideran que representa una amenaza, máxime si se toma en cuenta el escándalo que desató su interferencia en las  elecciones en las que resultó Presidente Donald Trump, por lo cual no está de más el hecho de reconsiderar los posibles efectos críticos que este fenómeno pudiera generar en las democracias jóvenes o con defectos.

Los riesgos de esta era digital incluyen la posible injerencia electoral desde el extranjero, lo que hoy nos puede llevar a reflexionar nuevamente en torno a la soberanía democrática, teniendo presente que el juicio de los ciudadanos de un Estado -quienes deben decidir sobre su propio gobierno- puede ser inducido o influenciado por intereses que provienen desde más allá de sus fronteras.

 

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