Coluna Fictio Iuris
Apostar por la concesión de constantes facultades a favor de los ejércitos de los diferentes países latinoamericanos ha demostrado ser una preocupante constante a lo largo de la historia. Si se permite el símil de póker, resultaría el equivalente a apostar con un 7 y un 2 de diferente palo, el cual, estadísticamente ha demostrado que contra una persona tiene el 65% de probabilidades de perder y, ante 3 rivales, solo tiene un 11% de probabilidades de ganar.
No diré los países que, como ludópatas, están apostando en la actualidad con ese 7-2 confiando en conseguir un resultado positivo, a pesar de que las estadísticas asentadas en hechos históricos no han evidenciado tal optimismo. Se puede ver el caso de Venezuela, de Chile, de Argentina o de México, así como en España se puede citar, a título de ejemplo, a España, que en el año 1981 sufrió un intento de golpe de Estado como consecuencia de la sublevación militar derivada de que consideraban que se les reducían atribuciones. Por ello, si bien es cierto que el ejército es necesario en todos los países del mundo como consecuencia de que, lamentablemente, no puede existir confianza entre éstos, independientemente de que de forma pública se puedan mostrar como los mejores amigos y aliados, sin embargo, hay que tener tanto mano derecho como mano izquierda con el efectivo militar.
La concesión de facultades debe ir acompañada de la imposición de límites, ya que, de lo contrario, se puede generar un escenario de militarización que históricamente ha demostrado ser la antesala de sublevaciones, revoluciones y golpes de Estado. Es por ello que, cuestiones como adjudicar la vigilancia de aeropuertos, puertos marítimos o, incluso, centros comerciales, denota una preocupante ignorancia respecto de lo que puede pasar en el futuro. Si a esto se le une el hecho de conferir al ejército el mando de instituciones académicas y de investigación científica, el cóctel molotov queda preparado. Solo faltaría la mecha para hacer detonar a todo un país como consecuencia de la ineptitud, incompetencia, incapacidad, nulidad, desconocimiento e ingenuidad de su máximo dirigente; el mismo que es capaz de dar casi plenos poderes a un colectivo que, con base en los acontecimientos pasados, ha demostrado no ser de especial credibilidad cuando se entrecruza lo militar y lo político.
Bien reza el dicho de que quien no conoce su historia, está condenado a repetirla. Solo queda esperar a que llegue el milagro de que el preflop de 7-2 pueda mejorar tanto en el flop, que el riesgo de perder se minimice, sin embargo, como suele suceder en el póker, solo hasta el river se puede llegar a asegurar la jugada y, lo malo de esto, es que en el river ya no hay vuelta atrás; es decir, o se gana o se pierde, pero ya no hay tiempo de enmendar lo hecho hasta ese momento.
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