La paz es la creación de um entorno en el que todos podemos prosperar
Nelson Mandela
El ciberacoso o doxing, como se le ha denominado, tiene su raíz en la palabra dox, un modismo norteamericano que hace referencia a la palabra documents, la cual da sentido al uso de este nuevo delito cuando lo relacionamos con el robo de la información a los cibernautas. Hoy en día, la información se ha convertido en uno de los objetos más valiosos para la delincuencia, grandes cantidades de datos que se recopilan sin el consentimiento de los usuarios por medio de aplicaciones de teléfonos celulares, redes sociales y páginas de internet, son descargados constantemente en la red por diferentes actores para después ser utilizados en su contra o con fines delictivos.
A nivel global, el doxing se ha encargado de generar una grave preocupación por el cuidado de los datos personales, principalmente en países más desarrollados en los que la tecnología tiene mayores alcances. En ese sentido, podemos tomar como ejemplo casos como el de Estados Unidos de Norteamérica, en donde alrededor del cuatro por ciento de los estadounidenses (aproximadamente once millones de personas) informan que han sido víctimas personalmente de ataques de doxxing.
En Europa diferentes países ya han tomado en cuenta medidas legislativas para tipifican como delito el doxing. Esta nueva forma de ciberacoso no es exclusiva de países altamente desarrollados en el contexto tecnológico. En Latinoamérica se han registrado diversos crímenes de violencia de género derivados de información obtenida a través del doxing.
En este sentido diferentes expertos concluyen que el doxing también puede utilizarse para humillar, intimidar, amenazar o castigar a un individuo. El Observatorio de la Violencia de la Fundación Mujeres ya incluye el doxing como una forma más de violencia machista, en este sentido, es preocupante la violencia que es ejercida contra las mujeres en el mundo digital.
Durante el año 2021 más de 17 millones de personas fueron víctimas de ciberacoso en México. Según los datos emitidos por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), del 81.2 millones de personas mayores de 12 años que utilizaron el internet, un 21% de esta población se vio vulnerable frente a los sistemas de phishing o hackeos en redes sociales, sumándose al robo y mal uso de la información conocido como doxing.
Las víctimas de doxing suelen ser engañadas para dar acceso a sus equipos móviles o de escritorio para obtener fotos, que luego son publicadas derivando en violencia de género digital, sextorsión y ciberacoso. Softwares malignos con programación phishing o ingeniería social son implantados de forma anónima para acceder a los recursos informáticos de la víctima, buscar información comprometedora para luego extorsionar a la víctima o exponer toda la información sin su consentimiento a través de redes sociales.
No podemos dejar sólo en manos de las autoridades el cuidado de nuestra información, debemos transitar de una cultura de sanción a los actos delictivos informáticos hacia una cultura de prevención en el cuidado de la información. Algunos aspectos que podemos cuidar es el uso de contraseñas seguras, la utilización de seudónimos en lugar de nombres reales al navegar en foros públicos, cuidar y leer absolutamente todos los permisos que otorgamos en aplicaciones y cuestionarios en línea, y sobre todo, evitar al máximo el compartir imágenes o videos por medios digitales.
Así, es nuestro deber como ciudadanos procurar que las legislaciones caminen a marcha forzada para la protección de los datos e información personales, de igual manera, es nuestro deber como juristas o estudiantes de Derecho, promover el análisis y conocimiento de las diferentes normas que se construyen en base a esta problemática global.
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