Y por amor seré, serás, seremos
Pablo Neruda
A veces el silencio es el grito más fuerte, las ausencias se notan y se sienten, los espacios vacíos a veces duelen; lo anterior constituye los símbolos y la bandera de una fortaleza estoica de lucha, es el caso de la protesta cívica y pacífica que, en esta ocasión, llevarán a cabo miles de mujeres, quienes desean profundamente que se erradique la violencia sistematizada que viven todos los días en México.
Existen incontables formas de manifestar inconformidad ante la violencia de género de la que son víctimas las mujeres, sin embargo, esta vez quiero referir la presente columna al Paro Nacional de Mujeres convocado en México como una de las formas de reunir al género femenino en pro de la exigencia de su derechos.
Es vergonzoso y lamentable saber que aún existan dudas ¿Qué derechos? y ¿cuántos más derechos queremos las mujeres? La respuesta debe ser clara: todos, en su ejercicio pleno, en igualdad de condiciones, sin restricciones ni condicionamientos; derechos que, en muchas ocasiones, no son entendidos porque no se comprende, no existe empatía ni interés por la realidad que viven muchas mujeres en este país, en estos tiempos de violencia e inseguridad, flagelos que no se limitan a determinados sectores del país, sino que confluyen en todos los estratos económicos y sociales, todas las edades e ideologías, en general, un problema que carcome a gran parte de las sociedades a nivel mundial.
Este movimiento replica en alguna medida la experiencia de otros países como Islandia en el año de 1975; Argentina en el año 2016; Estados Unidos en el año 2017; España en el año 2018, entre muchos otros. Las pretensiones, en ese entonces y ahora, tuvieron y siguen teniendo por objetivo disfrutar de las mismas oportunidades y reconocimiento en el ámbito educativo, profesional, jurídico, familiar, social y económico que los hombres, quienes históricamente han gozado preponderantemente de derechos, oportunidades y libertades distintas a las que las mujeres podemos acceder.
En este sentido, el reclamo es contra la misoginia y la desigualdad, de tal forma que el paro de mujeres en las actividades tiene como objetivo el visibilizarnos y demostrar el impacto que causa la ausencia de las mujeres en los ámbitos de la economía, la política y la sociedad, de modo que nos ayude a comprender cómo es que los estereotipos nos han embargado de prejuicios y menospreciado mutuamente.
En México, el Paro Nacional emergió por la falta de respuesta de las autoridades ante las exigencias por un verdadero Estado de Derecho en el que se atienda a los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes, en el que se erradique la violencia sistémica, en el que se implanten políticas públicas para disminuir la explotación laborar, los feminicidios y se logre la igualdad de género en sectores como el político, social y económico, así como romper con la brecha salarial, entre muchas otras exigencias.
La convocatoria que está reuniendo a miles de mujeres es un llamado -más- de atención con el que se busca sensibilizar a todas y todos sobre la infravaloración que tiene el papel de la mujer en todo ámbito. Se trata de la invisibilidad que se le da, de la revictimización de la que se duele, de la vulnerabilidad que vive día con día y de la violencia sistémica hacia el género. Todo lo anterior debe provocar un pequeño vistazo a la problemática en torno a las desigualdades que viven las mujeres diariamente. Es por ello que el movimiento de este 9 de marzo no debe caer en lo políticamente correcto, en la permisión bondadosa del hombre, en los discursos vacíos ni en la falta de solidaridad y concientización.
Gran parte del trabajo implicará modificar conceptos, paradigmas, estructuras creadas en el imaginario, romper estigmas sociales, pero también es fundamental el tener claro que es importante reconocernos, alzar la voz, hacernos fuertes y empoderarnos ante quienes aún no se hayan percatado de que la Edad de Piedra ya finalizó.
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