Para ser realmente grande,
hay que estar con la gente, no por encima de ella - Montesquieu
Estados Unidos de América, un país creado por inmigrantes, cierra sus puertas por el temor xenófobo frente a la oleada de migrantes que huyen de sus países en busca de una oportunidad, buscando sobrevivir, alejarse de la pobreza, el hambre y la violencia que azota la región de Centroamérica. Tal vez hemos olvidado que el haber nacido en cierta región es únicamente una cuestión de suerte, un azar, una rueda de la fortuna que nos puso en una región desarrollada, de esas que se denominan de primer mundo, sin ningún mérito ni esfuerzo; sin embargo, millones de personas nacen en regiones muy pobres, lo que significa una condena para esas personas, quienes buscan salir de ese estado perpetuo de pobreza arriesgándose a todo, incluso a perder su vida.
"Ayuda, ayuda, por favor. Estoy perdido en el desierto. Me llamo Melvin, necesito agua"; "Nos vamos a morir en este desierto, nos estamos desmayando. Estamos en las últimas"; "Yo tenía un sueño, este, sacar a mi familia adelante. Y llevo tres días perdido sin comer. Quería me ayudara al menos, que me detuvieran para que a ver si me pudieran dar algo de comer".
Lo anterior son extractos de audios que se dieron a conocer por el New York Times, referentes a llamadas de auxilio de migrantes, pidiendo desesperadamente ayuda, incluso menores de edad, quienes intentaron cruzar la frontera hacia Estados Unidos de manera ilegal a través del desierto. Lo anterior, en lugar de lograr mayor apoyo a los migrantes, ha sido considerado afirmativamente por Estados Unidos como una política de disuasión.
Donald Trump ha exigido, reclamado, señalado y amenazado a México para persuadirlo de que haga el trabajo difícil y que detenga el paso de migrantes hacia su país. En realidad no le interesa de lo que estos migrantes están huyendo, ni de las dificultades que México tiene que sortear con la oleada de centroamericanos que atraviesan su país, pues lo único que quiere el Presidente es mostrar resultados para su posible reelección, para lo cual ha cerrado parcialmente las fronteras, intentado construir un muro “impenetrable”, enviado al ejército a la frontera, cerrado parcialmente el gobierno y subido aranceles.
En relación a esto último, hace unos días el presidente Trump amenazó a México con ponerle aranceles del 5% a todos sus productos como medida de presión y castigo, ya que considera que México debe endurecer sus políticas migratorias y así detener el flujo migratorio de centroamericanos hacia Estados Unidos de América. México se encuentra atrapado en un dilema en el que parece no existir una solución adecuada, ya que se debate entre, por una parte, hacer el trabajo que Estados Unidos le está presionando a realizar vulnerando los derechos humanos de los migrantes y, por otra parte, ser objeto de sanciones económicas provenientes de la subida de aranceles que Trump ha dispuesto como amenaza.
Por su parte, el Presidente de México contestó a Trump indicando que los problemas sociales no se resuelven con impuestos o medidas coercitivas, que no se debe cancelar el derecho a la justicia a quienes buscan con esfuerzo y trabajo vivir libres de miseria, y que en éstos términos es una falacia el lema Estados Unidos Primero, así como aseguró que no le faltaba valor para enfrentarlo, que no era un cobarde ni timorato.
Mientras esta situación no se resuelve, miles de migrantes siguen atravesando países y recorriendo territorios peligrosos, en donde se juegan la vida y el futuro de su familia. Muchos de estos migrantes están varados en la frontera norte de México esperando la decisión de las autoridades fronterizas de Estados Unidos y, en otros casos, han quedado simplemente a la mitad del recorrido porque no han sido aceptados en Estados Unidos y en lugar de regresarlos a sus países de origen, les han lanzado, sin ningún escrúpulo, y a su suerte a la frontera mexicana.
¿Por qué México debe trabajar como el patio trasero de contención? El gran sueño americano se ha convertido en una pesadilla para todos los involucrados y nadie puede parar la voluntad de miles de migrantes que buscan una nueva vida, una vida mejor para ellos y sus familias. Me pregunto si acaso espera Estados Unidos que México simplemente desaparezca a todos los migrantes, en lugar de ser realistas y entender que el fracaso de los gobiernos de algunos países como Guatemala, Honduras y el Salvador, no es un fracaso aislado ni regional, sino que sus dimensiones nos ponen de relieve que la globalización difumina las fronteras y que la única forma de dar solución es implementando estrategias para Centroamérica con programas que fomenten la seguridad, mejoren la gobernanza y promuevan la prosperidad de los países de la región, en lugar de quitarles el apoyo como ha hecho Estados Unidos.
Ante lo anterior, lo que más me desconcierta es el silencio traicionero, indigno y desvergonzado de la Comunidad Internacional, quienes ven sin ningún reparo cómo Estados Unidos trata de doblegar a México para que violente los Derechos Humanos de los migrantes centroamericanos, sin alzar la voz, sin indignarse ni molestarse frente a la gravedad de la situación y sin ofrecer ayuda a un país que trata de resistir el embate de una potencia que no tiene escrúpulos y de un presidente sin vergüenza.
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