Por siempre Xi Jinping

12/03/2018

Donde hay poca justicia es un peligro tener razón

Francisco de Quevedo

La época de los gobiernos inacabables regresan paulatinamente y, al parecer, ningún país está exento de sucumbir ante la tentación. En este caso nos referiremos a China, país que hace pocos días, a través de su parlamento, decidió abrogar el límite de dos mandatos presidenciales mediante la votación de aproximadamente 3000 representantes que aprobaron el respectivo proyecto de enmienda constitucional; todo ello con la finalidad de otorgar a Xi Jinping poder vitalicio con el objetivo de transformar al gigante asiático en superpotencia mundial.

Esta reforma permitirá a Xi Jinping la posibilidad de reelegirse indefinidamente, por lo que podría ostentar un mandato ilimitado, de tal forma que de modo coloquial se estaría institucionalizando el monopolio del poder ejecutivo.

El romper con los límites de mandatos presidenciales puede llevar al deseo de preservarse en el poder a través de cualquier vía, incluso mediante las formas violentas, de tal forma que habría que preguntarse quién podría competir contra un presidente con poder desmedido, así como también habría que cuestionarse si esto podría, en algún momento, constituir el peligro de la continuidad del poder en una misma familia, de tal forma que se termine convirtiendo en una monarquía o dinastía.

Este tipo de modificaciones nos hacen recordar la discusión que se suscitó en Venezuela para la aprobación de la reelección indefinida del entonces presidente Hugo Chávez o, también nos hace pensar en el gobierno absoluto de Corea del Norte. A pesar de los importantes riesgos que tienen este tipo de decisiones democráticas tomadas a través del parlamento, abriendo paso a la posibilidad de los más oscuros vicios y anhelos del ser humano que desea el poder, y que para alcanzarlo es capaz de violentar los principios de la democracia, sin embargo, la realidad demuestra, al menos en este caso de China, que esos riesgos son asumidos como si de una simple advertencia al uso se tratara, depositando una confianza –quizás extrema- en Xi Jinping como si de alguien inquebrantable o incorruptible se tratara, obviando esa sombría naturaleza del ser humano que puede conducirle a actos indeseables al mismo tiempo que se obvian aquellas palabras de Lord Acton que rezaban “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Por otra parte, Donald Trump aseguró que es fantástico que el mandatario de China pueda tener un cargo de por vida, para lo que manifestó “creo que es estupendo, quizá algún día lo probemos”, apostando, por tanto, por implantar un sistema basado en el mandato indefinido haciendo caso omiso, igualmente, de los importantes peligros que ello puede representar.

A todo esto, es importante añadir que la alternancia resulta ser una necesidad en nuestras democracias y que el peligro de sumisión de las democracias frente a algún poder no es únicamente un supuesto de las democracias débiles, sino que éste deseo de poder ilimitado -propiciado a través de la reelección ilimitada-, puede permear a las democracias que consideramos más fortalecidas.

Así pues, no se puede olvidar que no debemos dar por sentado que la democracia ha venido para quedarse, o que ésta puede ser destruida por los mismos medios democráticos y que la degeneración de los valores fundamentales de la democracia pueden ser diluidos a tal grado que lo único que nos quede sean las democracias fachadas.

 

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