Nunca intentes ganar por la fuerza
lo que puede ser ganado por la mentira
Maquiavelo
En la posmodernidad podemos encontrar que la tecnología está cambiando el mundo en la medida en que ha llegado a transformar el ámbito de lo natural y lo artificial conjugándolo de tal forma que no sabemos lo que es real, haciendo que nos podamos remitir al eterno debate de los empiristas contra los racionalistas en el que se discute y responden de forma distinta las preguntas de qué se conoce y cómo se puede conocer. Este debate se reabre con fuerza en la actualidad con motivo del avance de las tecnologías, pues el surgimiento del denominado deepfake inicia interesantes vías de actuación e interpretación que hacen que nos preguntemos qué es lo real haciendo, también, que sea necesario analizar cuánto nos engañan los sentidos.
El deepfake es una técnica que permite editar vídeos utilizando a personas que aparentemente son reales o que, directamente, lo son, creando la ficción en el espectador de que se encuentra ante un vídeo real pero que, en realidad, es falso. Esta técnica de inteligencia artificial ha provocado que hayan surgido vídeos supuestamente protagonizados por personas famosas cuando lo cierto es que esa persona ni siquiera se encontraba en las cercanías del lugar de grabación.
Esta técnica del deepfake hace que nos replanteemos la realidad, pues a veces podemos creer que nuestros sentidos son las mejores formas de conocer las cosas, los eventos y fenómenos que ocurren en nuestro entorno pero obviamos que los sentidos nos pueden engañar; pensemos cuántas veces hemos sido engañados por ellos al oler algo, pensar que vemos algo o que escuchamos alguna voz o sonido, pero que no son reales.
Ahora bien, aunado a lo anterior el deepfake también pone sobre la mesa la circunstancia de que en la actualidad los avances y la democratización de las herramientas de inteligencia artificial hacen posibles que cualquier persona con cierto conocimiento en programación y edición de video pueda modificar las imágenes con tal realismo que sea casi imposible detectar para el ojo humano qué es lo verdadero y qué es lo falso, pues hoy en día se crean montajes audiovisuales casi perfectos de una persona diciendo cosas que no dijo, se pueden intercambiar imágenes, generar noticias falsas, eliminar escenas y hasta crear mensajes políticos inexistentes. Ejemplo de esto son los videos falsos de apariencia realista de famosos, artistas, celebridades del espectáculo y políticos, que se han viralizado y provocado desconcierto en el público, ya que no se sabe qué es real y qué es mentira, dando paso así a una muy compleja lucha contra la desinformación, las ultrafalsedades, la búsqueda de tensiones políticas, etc.
Toda vez que es casi imposible detener la información en el gran universo que representa Internet, quizás lo más práctico implicaría que las compañías y las distintas redes sociales sean las que analicen los contenidos susceptibles de haber sido generado sintéticamente, sin embargo, ello tampoco ha demostrado ser hasta el momento la solución idónea, pues han sido varios los casos en los que, precisamente a través de las redes, se han llegado a viralizar noticias falsas que la propia red creía verdaderas.
Las implicaciones del deepfake, además, van mucho más allá de la simple visualización de un vídeo adulterado, pues el hecho de crear, modificar o editar contenido audiovisual como se hace con el deepfake tendrá también fuertes consecuencias en el ámbito del Derecho, ya que sería factible que se generasen demandas con motivo de solicitar la protección del derecho al honor y a la propia imagen, así como también se daría la circunstancia de que muchas de las pruebas necesitarían ser revisadas bajo el ojo experto de un perito, con los consiguientes costos procesales que ello implicaría.
Vivimos en el mundo de las falsificaciones en donde hay que dudar de todo y de todos, incluso de nuestros propios sentidos, ya que nunca más tendremos claro lo que realmente sucede. La inteligencia artificial y las tecnologías de la información han revolucionado el mundo de tal forma que nos llegarán a hacer dudar de todo nuestro entorno y quizá, incluso, de nosotros mismos.
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