Quienes más sufren en una crisis son quienes no jugaron ningún rol en crearla
Joseph Stiglitz
Las vacunas llegaron como promesa de salvación mundial, sin embargo, la realidad es otra, pues mientras los países más pobres buscan un poco de empatía para la distribución más justa de vacunas, los países líderes en la producción de estas viven la presión mundial para que las farmacéuticas liberen las patentes, en contra de todos los intereses económicos que les rodea.
¿La razón de ello? La falta de dinero para obtener las vacunas, ya que las vacunas contra el COVID cuentan con patente y solo los países con los fondos necesarios han podido acceder a ella.
Los cinco fabricantes más importantes de la vacuna contra Covid-19 son: Pfizer-BioNTech, Moderna, Oxford-AstraZeneca, Johnson & Johnson y Novavax.
Las patentes que estas farmacéuticas tienen otorgan derechos de propiedad intelectual de la fórmula de la vacuna, Es decir, le da derechos de fabricación y comercialización exclusiva a la farmacéutica desarrolladora, con derechos que se pueden extender por lo menos a 20 años.
Además, la producción por parte de las farmacéuticas es limitada y al ser rebasada la oferta por la demanda se retrasa la posibilidad de obtener vacunas de una forma equitativa. Aquí es donde se comienza a vislumbrar el gran problema de la monopolización de vacunas.
En este mismo sentido, resulta controversial que al menos el 50% de las vacunas han sido compradas por países ricos que representan únicamente el 14% de la población global.
Mientras la Unión Europea, Estados Unidos, Israel, Los Emiratos Árabes y Taiwan obtendrán las vacunas necesarias para inocular a su población a finales del 2021, países en vías de desarrollo podrían tener que esperar por lo menos dos años, y que los países pobres, al menos hasta 2024. Es así como, mientras que existen países guardando una cantidad excesiva de vacunas existen otros países que no han podido vacunar ni a la población más vulnerable.
A finales del 2020, la India y Sudáfrica hicieron un llamamiento urgente ante la OMC, con el objetivo de lograr solidaridad mundial para el intercambio sin trabas de tecnología y conocimientos técnicos a nivel mundial para que se puedan dar respuestas rápidas en tiempo real a la gestión de la COVID-19. A raíz de ello, se ha hablado sobre la liberación de patentes para la producción masiva de vacunas.
Por un lado, la liberación de las patentes supone que la formula química que tienen las farmacéuticas se compartiera, es decir, que no existiera la exclusividad de producción, y que cualquier Estado pueda utilizarla para que otras empresas en países pobres puedan producirlas. Inevitablemente el precio por vacuna se reduciría y, la producción masiva impulsaría la inoculación de población en menor tiempo.
Este llamamiento se ha multiplicado con rapidez por exjefes de Estado y premios novel, quienes piden una exención temporal a las normas de propiedad intelectual para las vacunas contra el virus covid-19, por tratarse de un bien urgente para el control de una crisis sanitaria mundial.
El priorizar las ganancias y beneficios de las farmacéuticas a costa de la salud mundial resulta una decisión que puede ser lamentable para millones de personas. Sin embargo, las farmacéuticas y algunos países afirman que una exención temporal de las barreras de protección de propiedad intelectual no es la solución para producir vacunas, ya que dudan sobre la capacidad de laboratorios en países subdesarrollados para fabricar vacunas y afirman que el tiempo que llevaría montar una terminaría por ser el mismo tiempo que tardarían en recibir las vacunas directamente de los dueños de las patentes. Además, aseguran que las patentes son la única razón por la cual la creación de la vacuna tomó tan poco tiempo, ya que es un incentivo para continuar con las investigaciones.
Desde esta perspectiva, las farmacéuticas aseguran que esto provocaría un efecto adverso hacia la ciencia, toda vez que desincentivaría la investigación y ningún laboratorio de la iniciativa privada querría invertir recursos sin recuperar la inversión.
Hoy el mundo está a la espera de una respuesta por parte de los gobiernos y farmacéuticas acerca de un debate crucial: propiedad intelectual vs el acceso universal a vacunas. Ver por los intereses de la industria, quienes tienen argumentos entendibles supone privar de la vacuna a millones de personas en el mundo, razón suficiente para pensar que hay una respuesta correcta, y que la historia juzgará las decisiones que se tomen. Sin duda las decisiones deben hacerse de manera urgente, ya que la crisis sanitaria que se vive en el mundo no frena mientras los lideres debaten.
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