Coluna Fictio Iuris
El tema de la reinserción de los presos se vuelve a poner sobre la palestra a partir del caso del conocido como monstruo de Lardero acontecido en España. El monstruo de Lardero, sobrenombre con el que se ha bautizado a Francisco Javier Almeida, se encontraba en prisión desde el año 1998 como consecuencia de haber sido sentenciado a 25 años de prisión por haber acabado con la vida de una agente inmobiliaria de una forma salvaje al asestarle 16 puñaladas. Ya en ese momento, el grado de violencia que empleó Almeida hizo que los jueces se detuvieran en su análisis, aseverando que la víctima sufrió un grave padecimiento que, para Almeida, representaba una excitación sexual.
Esta condena de 1998 no era la única que tenía el monstruo de Lardero, pues en 1993 ya había sido sentenciado a cuatro años de prisión por agresión sexual a una niña de 13 años, quien tras ser raptada por Almeida y ser agredida sexualmente, escapó cuando iba a ser estrangulada con un cable. A este historial habría que añadir que, en abril de 2021, la policía española recibió una llamada de una mujer denunciando que Almeida había intentado llevarse a un niño, sin embargo, no pudo ser localizado.
El último acto del conocido como monstruo de Lardero, hasta el momento, ha sido la violación y muerte de Álex, un niño de 9 años que, tras ser engañado por Almeida, acudió a su domicilio, donde fue llevado al dormitorio, desnudado, violado y nuevamente vestido. En esta ocasión, a diferencia de la niña de 13 años, Álex no pudo escapar, pues Almeida cerró con llave el departamento.
La crueldad, extrema violencia y brutalidad con la que se había manejado Almeida a lo largo de los años ponía sobre la mesa el peligro que representaba un individuo que, a pesar de contar con un historial delictivo de esa índole, sin embargo, fue liberado. La historia adquiere tintes más dolorosos al saberse que la liberación se realizó a pesar del criterio en contra de los profesionales que lo trataban dentro de la cárcel, no obstante, la solicitud realizada por Almeida ante el Juez de Vigilancia Penitenciaria de Logroño y la no oposición de la Fiscalía, permitió que aquel pudiera disfrutar del tercer grado (libertad condicional), de la cual se valió para matar a Álex. El último dato que acaba de mostrar la personalidad de Almeida es su declaración en el juicio, en donde ha llegado a decir que Álex lo hizo todo voluntariamente, culpando a la víctima de lo sucedido.
El ánimo incondicional del derecho por creer que todas las personas pueden ser reeducadas, vuelve a mostrar una cara de la moneda que, tal vez, por ser políticamente incorrecta se pretende ocultar, y es que por mucho que se pretenda apostar por la reinserción, existen casos en los que ésta no es posible, y ello no implica que se vulneren derechos humanos o que se etiquete al individuo, sino presentar una realidad incómoda que existe en todas las sociedades del mundo.
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