La ignorancia en la era tecnológica

31/10/2022

Coluna Fictio Iuris 

La semana pasada salía de la cárcel Fateme Khishvand o, como se hacía llamar en redes sociales, Sahar Tabar, la joven iraní que fue condenada a 10 años de prisión tras haber sido acusada de corrupción de menores, falta de respeto a la República Islámica, blasfemia, incitación a la violencia y obtención de ingresos por medios inapropiados como consecuencia de los vídeos que subía en internet. Con esos datos, seguramente, sea complicado identificar a la chica a la que me refiero, sin embargo, si les dijera que se trata de la conocida popularmente como Angelina Jolie zombie, tal vez la incertidumbre ya no exista.

El caso de Khishvand resultó especialmente llamativo, pues si bien todo se trataba de continuos fotomontajes en donde aparentaba que se había realizado cincuenta operaciones en su rostro para parecerse a Angelina Jolie, sin embargo, la realidad era muy diferente, ya que como ella misma reconoció, solamente se aplicaba mucho maquillaje en su cara para, posteriormente, utilizar Photoshop y, con ello, no solo buscar una similitud con la actriz estadounidense, sino también presentar un cuerpo con extrema delgadez que, para las autoridades iraníes, resultó ser ofensivo. Este juego de niños -o quizás de no tan niños dado el nivel de destreza en el uso del programa informático- le valió a la joven de 19 años una larga condena de prisión. Quizás habrá quien piense que no dejaba de ser algo falso; simplemente un entretenimiento de una chica que, como tantas otras y otros, busca llamar la atención en el universo digital; universo que presenta toda una serie de situaciones que, en muchas ocasiones, como esta que presento, resultan muy debatibles.

Me llama mucho la atención el hecho de que, actualmente, los niños digan que de mayores quieren ser youtubers o, como muchos prefieren autodenominarse, creadores de contenido digital, lo cual suena mucho mejor aunque a efectos prácticos no dejar de ser lo mismo. Sería como el vendedor puerta a puerta de biblias que prefiriera denominarse comercial ejecutivo de distribución y venta de textos espirituales de estudio y reflexión; el barrendero que quisiera que se refirieran a él como técnico en saneamiento, descontaminación y gestión de residuos urbanos o el profesor que quieran que se refieran a él como facilitador didáctico-pedagógico y formador de recursos humanos sociales de futuro, por ejemplo. Conste que no es mi intención desmerecer ninguna de estas profesiones, ni mucho menos, máxime cuando yo mismo soy profesor, pues lo que en realidad quiero evidenciar es que llámese como se llame, la realidad es una o, como diría el castizo dicho español: aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y es aquí donde quiero hacer un especial énfasis, pues el hecho de autodenominarse creador de contenido digital no hace que la persona tenga más o menos conocimientos generales que cualquier otro. Obviamente, en lo que se refiere a edición de vídeos, seguro que sí, pero en relación a conocimientos especializados en áreas como la medicina, el derecho, la nutrición, la arquitectura, entre otras, generalmente, no.

Como consecuencia de ese desconocimiento, surgen toda una serie de situaciones que la mayoría de esos youtubers no comprenden, y es que parece que se colocan delante de una cámara y, a partir de una decena de likes o me gusta y de un par de comentarios, ya se creen los más eruditos del mundo, encontrándose sobre el bien y el mal. Un ejemplo es el caso de Khishvand, pues independientemente de lo justo o injusto que nos pueda parecer la condena dada la conducta de la joven iraní, existen unas leyes que deben ser respetadas y, por ende, el hecho de desconocerlas no implica que puedan ser incumplidas. Otro ejemplo fue el de la famosa Yoss Hoffman, más conocida como YosStop, quien se dio el extremo lujo de hablar de una violación a una menor delante de una cámara con una inverosímil falta de respeto y de empatía, valorando a la menor como si de una jueza se tratara empleando para ello calificativos como, por ejemplo, el de meretriz pero con la denominación más baja, es decir, aquel que consta de cuatro letras, que empieza por p y que termina por a.

Situaciones como estas son las que me hacen preguntarme en qué momento cambió la sociedad para que ahora los niños y niñas digan que de mayor quieren ser youtubers en lugar de médicos, profesores, policías, bomberos, abogados, veterinarios, biólogos, etc. ¿Tan mal estamos que es más llamativo y redituable colocar una cámara delante de uno y después subir el vídeo a internet que estudiar carreras y posgrados universitarios? Ojo, ya sé que me van a decir que no todos los youtubers son iguales porque hay gente especializada que hace vídeos, lo cual es completamente cierto pero, es igualmente verdad que esos casos son los menos y que lo que abunda son pseudo intelectuales o, directamente, individuos que dicen cuatro tonterías delante de la cámara, sin medir las consecuencias de sus acciones y/o comentarios y que cuando se encuentran con problemas, especialmente legales, aluden a que es su derecho de libertad de expresión o que tienen no sé cuántos miles de fans. Mal vamos si creemos que eso da autoridad y mal vamos si no sabemos lo que implica no solo el derecho de libertad de expresión, sino todos los derechos, pero sin lugar a duda, peor vamos si no tenemos unas mínimas bases de cultura general. 

 

 

Imagem Ilustrativa do Post: 007 Internet Subcribe // Foto de: HS You // Sem alterações

Disponível em: https://www.flickr.com/photos/thebetterday4u/50522446681

Licença de uso: https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/

 

O texto é de responsabilidade exclusiva do autor, não representando, necessariamente, a opinião ou posicionamento do Empório do Direito.

Sugestões de leitura