Y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar
Antonio Machado
Vaya… No esperaba nada de ti y aun así logras decepcionarme. No, no es la primera vez que lo consigues, te he visto intentar robarle los sueños a muchos, ahora lo he visto claramente, es cierto, algo huele a podrido en tí.
Esta columna la quiero dedicar a la juventud, particularmente a la fuerza laboral femenina, y especialmente, para quienes han sufrido falta de oportunidades debido a dos constantes que resultan ser irracionalmente desventajosas: ser joven y ser mujer.
No es suficiente decirlo una vez, sino mil veces, en el ámbito laboral, ser joven no implica necesariamente una ventaja, sino que en muchas ocasiones, muy por el contrario, llega a implicar una amenaza para aquellas instituciones que son representadas desde una visión conservadora, en donde la edad y/o el género cuenta como un factor negativo para la toma de decisiones y la elección de oportunidades, en lugar del mérito.
Estas decisiones que discriminan por edad a los jóvenes no tienen sustento ni sentido, y por qué no decirlo, malintencionadas por quienes tienen miedo a la juventud, a las ideas innovadoras, a nuevas perspectivas de pensamiento que rompen con la añeja, rancia y ya en descomposición ideología de un colectivo aferrado a una convicción asentada en lo caduco, decadente, antiguo, tradicional y lo ya rebasado. Estas decisiones podríamos entender que son parte de las penosas prácticas de las burocracias de la estupidez.
En México la situación que genera mayor discriminación laboral es la edad, regularmente representada por el sector de adultos mayores, sin embargo, poco se habla de la discriminación que existe hacia el sector juvenil, quienes son los protagonistas del desarrollo económico de muchos países; se trata de una discriminación diferente, una que impide el avance hacia nuevas y mejores oportunidades laborales debido a estigmas, prejuicios y estereotipos que, de forma grotesca, legitiman la exclusión de la juventud.
Hoy, muchos jóvenes han tenido que aprender a vivir bajo el yugo de las tradiciones, las cuales incluso permiten que los tontos, los incapaces, los idiotas y los mentirosos sean, para nuestra mala suerte, quienes regularmente tienen la posibilidad de tomar decisiones. Hoy mismo, el mejor talento lo tiene quien mayor capacidad de empatía logra con las burocracias de la estupidez.
Hemos tolerado tanto las decisiones tontas que nos hemos enseñados a vivir en ellas, por ellas y para ellas. Hoy podemos proclamar el triunfo de los tiranos, unos tiranos cuya capacidad intelectual parece dejar mucho que desear, que se mofan en nuestras caras con el resquicio de poder que les han atribuido y que se olvidan que un día lo perderán, ya que como monarcas absolutos que creen ser, solo se fijan en su poder actual sin recordar que ese absolutismo llegó a su fin, precisamente, por revoluciones de las clases que se creía que estaban sometidas y controladas a las órdenes, los deseos y los caprichos de esos mismos señores.
Estas burocracias se multiplican, pueden crecer en casi cualquier lugar, como malas hierbas, incluso, aunque a veces creemos que provienen de la ignorancia, también subsisten en espacios académicos, aquellos que cualquiera consideraría que están exentos por su cultura y por ser rincones del conocimiento. En esos espacios que creemos inmunes también se hacen patentes las decisiones por preferencias, corazonadas y subjetivas que están recubiertas con un manto de legalidad, lo que provoca, a fin de cuentas, una tiranía a la sombra de las leyes.
Los obtusos y obtusas no se han dado cuenta que los tiempos han cambiado, que las decisiones ya no se toman en lo obscuro, bajo el pretexto de la costumbre, del “siempre ha sido así”. Se escudan bajo las expresiones “eres muy joven” como si esto fuera una culpabilidad que debes llevar a cuestas; “te debe costar”, prejuzgando que lo que tiene un joven ha sido regalado; bajo la pregunta “¿qué has hecho tú para merecerlo?”, atendiendo a que probablemente lo que se tenga es porque se ha ganado ilegítimamente. Para algunos, incluso, se es muy joven para ser joven, condición que pulveriza cualquier expectativa de reconocimiento, por lo que pocas veces cobrarán seriedad los méritos y, por el contrario, con mucha frecuencia sonará una descalificación intencional haciendo referencia a la edad.
Otro elemento de discriminación es México se genera por motivos de género, el cual se ha convertido en una realidad que se hace patente día con día; es la realidad de millones de mujeres jóvenes que buscan condiciones de igualdad de oportunidades en el ámbito laboral, en donde las leyes no enmascaren una supuesta igualdad que se desvanece en el ámbito de los hechos. Una realidad diferente que no implique la discriminación y actos velados donde las mujeres son relegadas laboralmente.
Es totalmente despreciable la forma sistemática en la que los mini tiranos están tan sumergidos en sus mundos, gustosamente conformes con generar expectativas que incumplirán, emitir promesas y dar migajas que proporcionan como buenos señores feudales, despreciando lo ajeno, la otredad que desconocen, a la que no se adaptan ni desean esforzarse por entenderla.
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