La comunidad internacional o cuando los derechos humanos deben obviarse

26/12/2022

Coluna Fictio Iuris

Estamos en una realidad social en la que prácticamente todo es derecho humano. Ya resulta complicado encontrar algún derecho que no sea concebido como humano, ya sea por principios o por propio reconocimiento legal. En este contexto, resulta igualmente difícil evitar las confrontaciones entre derechos humanos, pues por cada uno que se reconoce, suele existir otro que se contrapone haciendo que haya que dar prevalencia a alguno de ellos para poder resolver conflictos -véase, por ejemplo, el derecho a la libertad religiosa frente el derecho a la vida con los famosos casos de las trasfusiones sanguíneas, entre otros-. A pesar de este escenario, parece que hay situaciones en las que los derechos humanos ceden ante todos y ante todo, dando mayor importancia a ciertos fenómenos cuya relevancia es más que debatible.

Vaya por delante que a su servidor le gusta el fútbol como al que más, no obstante, no puedo dejar de alarmarme cuando se presta más atención a las celebraciones de la selección argentina de fútbol que a otras cuestiones mucho más trascendentales. Es comprensible que Argentina quiera ovacionar, elogiar y aplaudir a los jugadores, máxime considerando la tradición futbolística del país sudamericano, sin embargo, ver que día tras día los espacios informativos de prácticamente todo el mundo muestran nuevas imágenes de los festejos y dejan de lado que en Afganistán se ha prohibido que las mujeres puedan acceder a la educación resulta asombroso y deprimente.

En la época del Imperio Romano, el panem et circenses hacía que se desviase la atención de problemas entreteniendo a la población con espectáculos de baja calidad y, en pleno siglo XXI, tenemos el fútbol para hacer exactamente lo mismo -porque en relación al pan, parece que cada vez hay menos-. La situación de las mujeres afganas es tratada muy superficialmente en los espacios informativos mientras que las ocurrencias del portero de la selección argentina son analizadas con detalle, presentando contextos y posibles justificaciones a comportamientos que, en lo particular, me parecen pueriles y de mal gusto. Ahora bien, si lo que se quiere es prestar atención al mundo del fútbol, también hay otra situación que debería despertar todas las alertas de la sociedad como es el caso del jugador iraní Amir Nasr-Azadani, quien tras hacer visible la situación de represión de las mujeres en su país, fue detenido bajo el pretexto de haber participado en la muerte de tres policías, de tal forma que, actualmente, se encuentra en espera de ser juzgado a pesar de que muchos medios de comunicación aseguraron, desde el primer momento, que había sido condenado a muerte; he ahí, por cierto, un ejemplo de la poca rigurosidad de ciertos medios que, a la par que dedican minutos y horas a revisar las actuaciones de los jugadores en el Mundial de Qatar, no se informan sobre cosas que de verdad importan. En todo caso, estamos ante una persona que, por haber alzado la voz en aras de luchar por los derechos de las mujeres aprovechando su condición mediática, se puede enfrentar a una condena a muerte. Y mientras tanto, ¿dónde está la comunidad internacional?

Ese término de comunidad internacional es tan etéreo que resulta muy complicado poder acudir a ella, a ello, a elle o a lo que quiera que sea, y es que, en lo personal, considero que esa supuesta comunidad internacional a la que tanto se apela como si de una especie de divinidad de la justicia se tratase, en realidad solo responde a intereses particulares, de tal forma que solo si a un país con suficiente fortaleza económica le interesa hacer algo, es cuando se activa ese ente difuminado de la comunidad internacional, casi fantasmal, que sirve para justificar todo bajo la apariencia de actuar en el marco de la legalidad. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en la intervención francesa en Malí, donde aparecieron hasta mercenarios rusos en el conflicto. Tal vez con eso se refieren a “internacional”, como cuando yo estudiaba derecho internacional privado y el profesor Lorenzo Álvarez de Toledo -valga el presente para rendirle un merecido homenaje a este excelente maestro que, lamentablemente, ha fallecido de forma reciente- nos hablaba de los puntos de conexión.

En fin, es impactante ver que en un contexto en el que se proclaman hasta la saciedad los derechos humanos, estos ceden ante millonarios cuyo talento es pegarle patadas a un balón, de igual forma que es impactante ver que esa intangible, impalpable e inmaterial comunidad internacional se mantiene desaparecida frente a situaciones como las de las mujeres afganas o iraníes, así como ante los procesos judiciales de dudosa legalidad. No sé por qué, pero el papel de la difusa comunidad internacional me recuerda mucho a aquellas palabras de los padres de Ned Flanders, sí, el personaje de Los Simpsons, cuando decían: “hemos intentado hacer nada y ya no sabemos qué hacer”.

 

 

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