"Los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar."
(Nicolás Maquiavelo)
Las nuevas noticias de un inminente acercamiento entre Estados Unidos y Corea del Norte causan incredulidad y sorpresa, así como hacen a los expertos analizar lo que no está dicho, en una analogía de juego de ajedrez, en el cual el jugador, sin tocar la pieza, debe adelantarse al siguiente paso del adversario, ¿Será que Kim Jong-un le ha perdonado a Trump todas las expresiones contra Corea en donde lo tacha de ser un “régimen hambriento y empobrecido”, sus afirmaciones de que nunca sería competente de desarrollar un arma nuclear capaz de alcanzar al territorio estadounidense, la aseveración de que Corea del Norte era un gran problema, la amenaza de que lo enfrentaría con “fuego e ira como el mundo nunca ha visto”, o será que el dictador ha ignorado las imputaciones de “pequeño” o “loco con armas nucleares” o simplemente ha pasado de largo la amenaza de destruir totalmente su país?
Aunque ha resultado extraña y un poco precipitada la noticia, la reunión resulta una oferta que no puede dejarse pasar por ninguna de las dos naciones, aunque el sólo hecho de pensar en sentar juntos a dos personalidades con las características de estos dos mandatarios, enchina la piel.
Lo que ha marcado la posibilidad de esta reunión han sido algunas de las promesas de acciones que ha expresado el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, quien ha ofrecido clausurar su centro de ensayos nucleares (donde ha llevado a cabo seis pruebas atómicas desde 2006), entendiéndose como el primer paso efectivo de su promesa de desnuclearizar su país, al mismo tiempo que prometió que a dicho acto podrían asistir expertos de Corea del Sur y de EE.UU., así como periodistas extranjeros para mostrarse como "transparente", a lo que debemos cuestionar ¿desde cuándo las Dictaduras son trasparentes? Lo anterior ha reactivado la memoria de lo ocurrido en la planta nuclear de Yongbyon en 2008, parte de la cual fue desmantelada parcialmente frente a periodistas y visitantes foráneos pero que, poco después, estaba nuevamente en funcionamiento.
Como un primer gesto de buena fe, Kim Jong-un ha decidido ajustar sus husos horarios a los de su vecino del sur, abandonando la diferencia de media hora que había establecido en 2015, precisamente, para marcar distancias entre ambos países; gesto que se ha complementado con el hecho de que, por primera vez, Kim Jong-un pisó suelo de Corea del Sur, así como ha liberado a tres prisioneros estadounidenses que habían permanecido en campos de trabajo.
Es de mencionarse que el cambio de parecer de Corea del Norte da la impresión de que muestra confianza en Trump, toda vez que pasó de considerar su arsenal atómico como su espada más preciosa de justicia, a pensar que no necesitaría armas nucleares si Washington firma un tratado de paz que ponga fin formalmente a la guerra de Corea y asegure que no se protagonizará ninguna agresión contra el estado asiático.
Tal vez debemos preguntarnos si puede Washington confiar en el líder asiático, o si puede Corea del Norte fiarse de Trump.
El cambio en las posturas de ambos dirigentes no solo resulta tremendamente llamativa, sino que además ha inspirado en muchos un creciente sentimiento de desconfianza, pues los actos tanto del uno como del otro han estado presididos, al menos hasta el momento, por la volatilidad, incertidumbre, inestabilidad e intercambio de palabras con cierto tono ofensivo; demasiados factores como para considerar que dichos mandatarios van a proponer, mantener y respetar los futuribles pactos o acuerdos a que pudieran llegar EEUU y Corea del Norte.
Imagem Ilustrativa do Post: Light trails in Teheran-ro // Foto de: Masoud Najari // Sem alterações
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