"La imprudencia suele preceder a la calamidad"
(Apiano de Alejandría)
Los francotiradores comenzaron a disparar contra los manifestantes, mientras miles de civiles arrojaban piedras y bombas incendiarias. Este fue el escenario ocurrido recientemente en Gaza en el que más de 50 palestinos han muerto y más de 2000 resultaron heridos por tropas israelíes, según autoridades palestinas, en lo que ha sido el día más violento en la región desde el inicio de la guerra en Gaza. Lo anterior es consecuencia de una decisión tomada el año pasado por Washington, en la que se reconoció oficialmente, de forma unilateral, a la ciudad de Jerusalén como capital del Estado de Israel, dando por sentado que esta última sería la capital indivisible de dicho país.
A finales de 2017, el Presidente de Estados Unidos de América dio instrucciones al Departamento de Estado para iniciar las preparaciones necesarias para la mudanza de la sede diplomática de este país –la embajada estadounidense en Tel Aviv- a la ciudad de Jerusalén, sin mediar precaución alguna y contra el consenso de la comunidad internacional y de la ONU. Ante dicho pronunciamiento, el mundo lamentó la determinación, aunque las consecuencias no se verían hasta varios meses después.
La mayor parte de la sociedad concuerda en que el destino de Jerusalén -una ciudad sagrada para judíos, musulmanes y cristianos- debería ser decidido a través de un acuerdo de paz, pero el traslado de embajadas ahora podría condicionar la negociación.
Por su parte, los palestinos ven el desplazamiento de la embajada a Jerusalén como un espaldarazo de Washington al control israelí de toda la ciudad -con toda la razón-, ya que los lazos estrechados entre EE.UU., e Israel han mostrado sus momentos de mayor cercanía descubriendo un cara de gran amistad entre ambas naciones, al grado de que se han visto en las calles de Jerusalén anuncios que mencionan: “Trump make Israel great”, en un símil del “make America great again”; el eslogan político usado y popularizado por Donald Trump en su campaña hacia la presidencia del país norteamericano.
Esto, además de ser insensible a los hechos que dividen nuevamente a los judíos que celebran y los palestinos que sufren una tragedia en términos ideológicos y religiosos, nos debe poner a pensar lo aterradora y retorcida que resulta esta perspectiva.
Ambas partes están convencidas de que Jerusalén les pertenece como Derecho Divino y están dispuestas a luchar y usar la fuerza para recuperar lo que consideran suyo. La imprudencia y el descaro han arrojado peligrosas consecuencias sobre el proceso de paz y la seguridad hasta ahora, llegando incluso a causar decenas de muertes; una catástrofe que pudo haberse evitado con prudencia y diplomacia, sin embargo, tal vez el apelar a la cordura y a la reflexión es mucho pedir para los ambiciosos, ególatras y arrogantes.
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