Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el gobierno
Emiliano Zapata
En Bolivia la "invitación" que realizaron las fuerzas armadas al primer presidente indígena que gobernó ese país, Evo Morales, para que abandonase el poder, fue la gota que derramó el vaso y precipitó su dimisión. Evo Morales se vio forzado a renunciar toda vez que no logró apagar las fuertes protestas después de las elecciones del 20 de octubre, en las que se decidiría la permanencia del mandatario en el poder por otro periodo, a lo que hay que añadir el hecho de que no había dejado la presidencia desde 2006.
Al clásico estilo de un dictador, en contra de la misma legalidad e ignorando la voluntad popular, la cual había marcado un no rotundo en el referendo del 21 de febrero de 2016 en el que los bolivianos mostraron su más firme negativa a su aspiración de reelección a un cuarto mandato consecutivo, Evo Morales, sin embargo, se empeñó en el deseo de obtener el triunfo en las elecciones sin considerar que el descontento y manifestaciones de la ciudadanía se recrudecerían después de un informe preliminar en el que la Organización de Estados Americanos (OEA) advirtió de graves irregularidades en las elecciones, mencionando, incluso, la manipulación del sistema informático.
Después de poco menos de 14 años en el poder, Evo ha dimitido y huido de Bolivia; ya sin el apoyo de la policía ni del ejército su permanencia era insostenible, sin embargo, ha denunciado un golpe de Estado en su contra.
Un golpe de Estado se puede entender como un acto que puede llevarse a cabo por parte de órganos del mismo Estado -en América Latina ha sido frecuentemente perpetrado por jefes militares- cuyo objeto es deponer al gobierno en funciones para reemplazarlo por otro y cambiar el rumbo de las políticas en curso ¿Se puede decir que lo ocurrido en Bolivia fue un golpe de Estado? Las opiniones no son coincidentes ya que diferentes mandatarios de países aliados a Bolivia, como lo son Venezuela o Cuba, han expresado su descontento con lo que denominan un Golpe de Estado, mientras que países como Estados Unidos de América no lo han considerado así.
Ahora bien, Evo Morales no se ha ido del poder sin dejar vacíos, sino que ha dejado el gobierno sin un posible sucesor, ya que lo acompañaron en su renuncia el vicepresidente, la presidenta del Senado y el presidente de la Cámara de Diputados, por lo que no hay directriz constitucional que fije las bases para un nuevo sucesor, de tal forma que la única salida implica llamar a nuevas elecciones, de acuerdo a lo establecido en el artículo 169 de la Constitución Política del Estado de Bolivia, misma que señala que en caso de impedimento o ausencia definitiva, el presidente o presidenta será reemplazado por el vicepresidente y, a falta de éste, por el presidente del Senado o el presidente de los Diputados, los que deberán llamar a elecciones en un plazo máximo de 90 días o tres meses.
Evo Morales no comprendió que más de la mitad del país quería una transición, una sociedad con deseos de un cambio que no estaba dispuesta a aceptar un mandato vitalicio, lo que desencadenó en la precipitada huida del mandatario a México; país que le ofreció asilo por razones humanitarias en virtud de la urgencia que afronta en Bolivia donde su vida e integridad corren peligro.
Ahora bien, recordemos que recientemente se han presentado en Latinoamérica varias protestas populares en diversos Estados como Chile, Argentina, Ecuador, en donde las manifestaciones han generado una presión tal que ha estado en juego la permanencia de algunos presidentes, quienes han tenido que ser muy cuidadosos e incluso doblegar sus políticas. A pesar de ello, Evo Morales no supo entender a tiempo los diferentes mensajes de la ciudadanía y, cuando despertó al país con su llamado a nuevas elecciones, la crisis había alcanzó un punto de no retorno.
Se alcanzó el clímax de lo que varios mandatarios temían. La presión social, la falta de respaldo policial y militar han generado la salida de un jefe de gobierno, al mismo tiempo que han hecho aflorar los peores temores entre los presidentes que saben que Bolivia solo es el ejemplo de lo que pueden enfrentar ellos mismos en sus países, pero también el miedo de que el fantasma del pasado recorra nuevamente América Latina.
¿América Latina podría regresar a sus tiempos más oscuros? ¿Podríamos decir que el poder en América Latina depende aún hoy de las Fuerzas Armadas? Latinoamérica ha sido testigo en su historia de lamentables y violentos acontecimientos y golpes de Estado en los que el orden constitucional se rompe y autoridades democráticamente electas, así como ciudadanos, se ven obligados a abandonar todo para proteger su vida y su seguridad, pero también hemos sido testigos de cómo lo dúctil de las leyes y de las democracias han generado regímenes perversos. Aprendamos del ejemplo de Bolivia, y reflexionemos acerca del peligro que seguimos corriendo, incuso hoy, en las democracias que parecen estar más consolidadas.
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