El mercado negro de la investigación – Por Abril Uscanga Barradas

11/09/2017

Ningún hombre debe ser un medio para que otro hombre realice sus fines

Immanuel Kant

Considero como una verdad que cada persona deja una huella en cada cosa que hace, cada palabra que un individuo expresa, ya sea verbal o escrita, revela parte de nosotros, habla de cada uno y nos identifica, indica nuestro estado de ánimo, expresan lo que sentimos, lo queramos o no; es como dejar parte de ti en cada expresión, es una huella que no puede ser borrada, por lo que el sólo pensar que alguien escriba su nombre sobre un trabajo ajeno, debería entenderse como una grotesca violencia a los más profundos sentimientos de dignidad, como si se configurase un robo de identidad.

En esta ocasión hablaré de un problema no reconocido oficialmente, complejo, difícil o imposible de admitir para muchos, un secreto a voces entre los académicos, en algunos casos admitido tácitamente y encubierto por una gran parte de la comunidad científica de diversas áreas del conocimiento: me refiero a la corrupción del sistema a través del engaño protagonizado por investigadores, quienes han degenerado el sistema al considerar éticamente correcto el presentar un trabajo de otra persona como si lo hubiera escrito él o ella misma; estamos hablando de una denuncia al mundo científico por permitir la perversión del conocimiento.

Debemos reconocer que numerosos trabajos de investigación son producto de una mente distinta a la que recibe créditos por derechos de autor, una mente que no será conocida y que trabaja en el secretismo, a veces por dinero, en otras ocasiones por promesas o ilusiones, pero también en algunas situaciones, coaccionadas, dominadas, engañadas o robadas. Estos párrafos quiero dedicarlos a afirmar, imagino que muy a pesar de muchos, la existencia de autores anónimos que viven en el silencio.

Es cobarde el no admitir que parte de la investigación científica, en todas sus áreas, y de muchas formas, se ha enviciado con la vorágine de generar una cantidad fantasiosa de productos científicos, como si fuera un concurso, el cual sólo se ganará por la cantidad medida en peso por encima de la calidad. Llegados a este punto, me parece adecuado realizar una breve pero incisiva alusión a algunos organismos que evalúan a los investigadores, llámense universidades, agencias, organizaciones, centros, comisiones o con cualquier otra denominación, los que actúan como última instancia evaluadora, y que tienen las facultades de determinar quiénes sí y quiénes no son dignos de considerarse acreditados como investigadores de "X" o "Y" nivel, todo ello, basándose en unos cuántos kilogramos de papeles que han sido presentados para su valoración sin conocer con claridad si son el fruto del nombre que está escrito en el papel o de otras u otros anónimos. Es así que, es primordial que dejen de cerrar los ojos ante esta realidad, para que más allá de la cantidad, se valore la calidad, para dejar de fomentar el comportamiento de mercadeo, que a largo plazo desalienta a los esfuerzos realizados por los que ven en la investigación y creación del conocimiento un modo de vida.

Escribir no es un trabajo sencillo, más aún cuando no se hace como disciplina, es por eso que muchos literatos, académicos, investigadores y científicos, ante la incapacidad de escribir al ritmo acelerado que desearían o que se les requiere, deben recurrir a los “colaboradores”, quienes, en muchos casos, terminan escribiéndole a sus mecenas obras completas. También debemos admitir que estas situaciones no son de hoy, no es un fenómeno reciente, sino que se trata de una actividad antigua realizada por lo que muchos conocen como escritores fantasmas.

En verdad creo que esta situación no debe tomarse a la ligera, ni debería entenderse como algo común; algo que puede dejarse en el olvido, sino como un problema grave que debe evidenciarse y sancionarse, ya que una ciencia sin valores, sin principios, sin el mínimo sentido de la ética, creo yo, no merece ser llamada así.

Debemos enmendar estos vicios humanos en los que hemos caído y entender que la investigación seria representa la continuidad del avance de nuestra sociedad, y que el hecho de permanecer indiferentes ante lo evidente nos generará descrédito, falta de legitimidad y recortes presupuestales.

Para que la ciencia vuelva a ser ciencia a través de la práctica de la ética, tendremos que negar que el conocimiento y el progreso de la humanidad, como cualquier bien material, está a la venta en la medida que lo permita bolsillo de cada persona.


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