¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
Juan de Dios Peza
El presidente de Zimbabue, denominado por los medios de comunicación como “más viejo del mundo”, a quien la OMS decidió revocar en menos de tres días el nombramiento de embajador de buena voluntad, se encuentra bajo arresto domiciliario como resultado de que el ejército tomara el control del país; sin embargo, los propios militares señalan que no se trata de una toma de poder militar del gobierno, tratando de negar lo que varios considerarían un golpe de estado.
Zimbabue, anteriormente conocida como República de Rhodesia, estaba gobernada por una minoría blanca, atravesó una guerra civil que se produjo en los años setentas del pasado siglo, para posteriormente realizar una declaración unilateral de independencia de la Corona británica en 1980. Tras la victoria rebelde y expulsión de la población blanca del país, la mayoría negra tomó control y dio posesión a Robert Mugabe, quien fue visto desde entonces, por una buena parte de la población, como un héroe revolucionario y, ahora a sus 93 años, deja un balance de gobierno del país de casi cuatro décadas de represión.
La crisis se disparó recientemente, cuando el presidente, Robert Mugabe, destituyó al vicepresidente Emmerson Mnangagwa, acusado de deslealtad y traición al gobierno. Mnangagwa, de 75 años, era considerado por muchos como el muy probable sucesor de Mugabe y, derivado de su destitución, el jefe del ejército advirtió que se tomarían medidas correctivas frente a las "purgas" de los miembros más veteranos del partido del gobierno.
La destitución dio a entender que la sucesión ahora apuntaba a la primera dama, Grace Mugabe, quien no cuenta con el aprecio y apoyo de la población pero se considera que tuvo gran influencia en la decisión de la destitución, lo que ocasionó el enojo del ejército, haciendo así que este último iniciara una lucha de poder interna dentro del seno del partido gobernante.
Después de las especulaciones, las Fuerzas Armadas han tomado el control de las principales instituciones, los edificios del gobierno -como el Parlamento-, el Tribunal Supremo, la oficina del presidente, la sede de la televisión, y se especula con gran fuerza que, detrás de todo, está la lucha de Mnangagwa por la sucesión.
Zimbabue -de acuerdo a las cifras del banco mundial- cuenta con 16.150.362 habitantes (más que Grecia, Bélgica, Cuba, Bolivia, Republica Checa, Portugal, República Dominicana, Suecia, Austria, Israel o Suiza), la superficie de su territorio es de 390.760 Km2 (más extensa que Japón, Alemania, Finlandia, Noruega, Polonia, Italia, Ecuador, Filipinas, Nueva Zelanda, Reino Unido, Grecia, Corea del Norte, Islandia, Portugal o Emiratos Árabes Unidos) y también es un país con muchos recursos mineros y yacimientos de oro, sin embargo, como sucede en otros países denominados subdesarrollados, las dicotomías dominan; en Zimbabue prevalece el enriquecimiento de las élites, corrupción, inequidad, discriminación, pobreza, analfabetismo, deuda pública, inflación, apariencias democráticas, falta de cultura de la legalidad, menoscabo de los derechos humanos, paupérrimo desarrollo económico, desempleo y una alta tasa de prevalencia de VIH.
Pareciera que una manta invisible envuelve a los países de África y otras regiones del mundo, quienes juegan un papel desvalorado en la historia, convirtiéndolos en países invisibles, en donde lo escandaloso o aterrador se vuelve cotidiano y común. Estos países albergan lo que el mundo ha decidido ignorar, por lo que es más fácil darlo por sentado y mirar hacia otro lado y, personalmente, no dejo de cuestionarme cuán diferente sería si esto sucediera en otro país de Europa del norte.
Imagem Ilustrativa do Post: Mugabe // Foto de: Al Jazeera English // Sem alterações
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