Desapareció sin más... Como un puño al abrir la mano
Dashiell Hammett
En América Latina hay miles de familias que buscan a sus desaparecidos, familias que vivirán por siempre las secuelas del dolor; un dolor sin respuesta. Los desaparecidos de los que hablo son las víctimas de un delito, un crimen internacional que nos deja sin la posibilidad de llegar a la verdad jurídica e histórica y, aún más allá, provocando el drama de un duelo que no termina.
Hay que resaltar que todos los días desaparecen personas, literalmente, sin explicación, como si de repente se evaporaran o desvanecieran de entre sus seres queridos y de su comunidad: hombres, mujeres, niños, que se esfuman de un borrón, como si nunca hubieran existido. En muchos casos estas desapariciones son forzadas, toda vez que se consuman por agentes estatales o con el consentimiento del Estado, quienes detienen a personas por la calle o en su casa y después se niegan o rehúsan a decir dónde se encuentran.
¿Quién estaría dispuesto a olvidar la desaparición de su padre, madre, hermano o hermana? En este sentido hay que mencionar que las desapariciones son diferentes a la muerte y aunque, sin duda, la muerte de un ser amado es dolorosa, también es cierto que ésta cierra un circulo natural de la vida, sin vueltas hacia atrás ni hacia adelante; en cambio, la desaparición de un ser querido es una puerta circular hacia la eterna expectativa, hacia la no respuesta, la incertidumbre, la esperanza y el delirio.
Aunque las desapariciones forzadas se visibilizaron más claramente una vez finalizadas las dictaduras militares, guerras, conflictos civiles y gobiernos autoritarios, hoy en día es un mecanismo de represión y técnica del terror contra las personas que algunos gobiernos consideran sus oponentes.
El artículo segundo de la Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas, indica que puede entenderse por desaparición forzada: el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley.
En el marco internacional, el Tribunal Interamericano ha desarrollado doctrina sobre la desaparición forzada, delito de naturaleza continua, que vulnera el derecho a saber, el derecho a la reparación, el derecho a la justicia y a la verdad.
Nuestros desaparecidos, ya sea por intervención del Estado o no, se cuentan por miles, pero las víctimas se deberían de contar por millones, pues no podemos olvidar a todas las familias rotas que deja una desaparición, llegando al punto final de que resulta plausible decir que nos afecta indirectamente a todos y que, mientras la alerta se enciende en muchas regiones del mundo, también podemos observar a una sociedad indiferente, insensible, con falta de empatía, que ignora la otredad; en general, una sociedad antropofágica.
Aunque los registros y padrones de desaparecidos oficiales no son certeros, se puede mencionar, entre otros, que en Colombia hay más de 82 mil desaparecidos, en México existen más de 40 mil, en Argentina aproximadamente 30 mil, en Perú más de 20 mil, en Ecuador no hay cifras oficiales, en Bolivia cada día se reportan 3 personas desaparecidas, en Guatemala se estima que hay 45 mil casos de desaparición forzada, y en Brasil desaparecen 190 personas al día. Cabe destacar que la mayor parte de los desaparecidos son jóvenes, en un gran porcentaje hombres, por lo que atendiendo a estas estadísticas, la pregunta que surge de manera inmediata es evidente: ¿qué futuro puede tener un país que desaparece a sus jóvenes?
Los números anteriores nos revelan que no existen esfuerzos suficientes y que la pendiente es tan pronunciada que no se ha logrado avanzar, ya que tampoco hemos transitado hacia verdaderos Estados Constitucionales Democráticos de Derecho ni a una verdadera protección de los Derechos Humanos. Aunado a lo anterior, con relación a las desapariciones forzadas, debemos decir que estamos luchando contracorriente, ya que los mismos encargados de resguardar la paz y la seguridad son los que cometen los crímenes, llegando incluso a pensar que gobiernos de todo el mundo podrían tener a centenares o miles de personas recluidas en secreto, o asesinadas sin conocer dónde se encuentran sus restos.
Sin duda, una sombra recorre Latinoamérica, la sombra de los desaparecidos, quienes representan un duelo sin cumplir, una esperanza que no se agota y un dolor que siempre vivirá. Al final, un cadáver se entierra pero un fantasma, nunca.
Imagem Ilustrativa do Post: low angle photo // Foto de:Phillip Birmes // Sem alterações
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