“La monarquía parlamentaria que sustenta nuestra Constitución ha propiciado el más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia vividos por España”. Juan Carlos I
El novelista estadounidense James Fenimore Cooper ya dijo que la monarquía es la más costosa de todas las formas de gobierno y, ciertamente, para su servidor resulta difícil comprender cómo, en pleno 2022, todavía existen partidarios de familias reales en países que, teóricamente, son desarrollados o, al menos, se ostentan como tales. En particular, me llama poderosamente la atención el mantenimiento de proles con privilegios cuyas supuestas funciones, de existir, son más que prescindibles; máxime cuando además de contar con una vida de despreocupaciones, disfrutan de una inmunidad que hace que no se les exija responsabilidades por lo que hacen o dejan de hacer en el ejercicio de sus teóricas obligaciones, sean cuales sean más allá de exprimir y desangrar los recursos de la misma sociedad que, en no pocas ocasiones, y de forma incomprensible, los idolatran.
No obstante, parece que Reino Unido quiere poner un alto a esa vida de lujo despreocupado después de denegar la impunidad a Juan Carlos I como consecuencia de las acusaciones de acoso realizadas contra el rey emérito por parte de la que fuera su amante, Corinna Larsen.
Las aventuras de Juan Carlos I se han ido conociendo desde hace algunos años, como si de una colección por fascículos o entregables se tratara, abarcando desde cacerías de elefantes a amoríos extraconyugales; aventuras que alcanzaron su culmen con las investigaciones de cuentas llevadas a cabo por parte de la Fiscalía de Suiza y España por supuesto fraude fiscal y blanqueo del ex-monarca. A pesar de todos los excesos que poco a poco se van descubriendo, durante años se alabó la figura del hoy emérito como un rey modelo, que como si de un mesías se tratara, llegó para salvar a la sociedad española de los tiempos de dictadura de Franco, olvidando, pareciera que voluntariamente, que fue designado por éste como su sucesor allá por el año 1969, dando un gran sentido a las palabras de Luc de Clapiers, Marqués de Vauvenargues, al afirmar que “la señal infalible de un mal reinado es el exceso de elogios dirigidos al monarca”.
La figura de la inmunidad hace que se configuren ciudadanos de primera y de segunda categoría, donde, en la práctica, unos se ven como todopoderosos intocables y otros, como plebeyos a los que la ley se les aplica de otra forma. En este sentido, la justificación de que los primeros se encuentren envueltos por ese velo de protección se halla en la naturaleza de sus cargos, pues se parte de la presunción de que es necesario garantizar la independencia de estos frente a las acciones del resto de poderes, sin embargo, la figura de la inmunidad también se presta a cuestiones muy diferentes a la garantía de independencia. Véase, por ejemplo, el caso de Juan Carlos I, donde sus abogados intentaron convencer al magistrado británico de que, por la doble condición de soberano y miembro de la Familia Real, aún goza de inmunidad,[1] ello a pesar de que estamos ante acusaciones de acoso sexual. ¿Acaso la independencia en el ejercicio del encargo respecto de otros poderes debe ampliarse a delitos?, ¿acaso conductas que atentan contra la libertad y normal desarrollo psicosexual deben estar amparadas bajo la figura de la inmunidad?
El cantante español Joaquín Sabina dijo que “la monarquía es un déficit democrático que sufrimos por herencia” y, si a eso le añadimos la herencia de la inmunidad, se puede llegar a obtener un escenario como el de la Familia Real española, donde desde hace tiempo existen las inquinas que hacen que el actual rey Felipe VI reniegue hasta de su propio padre y de su hermana (también involucrada en problemas legales) para “tratar de salvar la reputación de la monarquía española”,[2] recordando, así, a las palabras del filósofo español José Ortega y Gasset quien afirmó que “empezando por la monarquía y siguiendo por la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado más que en sí mismo”.
Mientras siga vigente la inmunidad, no se puede afirmar que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, a pesar de que se proclame en las constituciones y los tratados internacionales de manera reiterada. La figura de la inmunidad fue pensada para un contexto político diferente al que nos encontramos, donde las presiones e injerencias de poderes afectaban el normal desarrollo de la actividad, sin embargo, actualmente, se utiliza como salvaguarda legal (porque está reconocida en la normativa) para llevar a cabo tropelías, abusos y delitos de diversa índole bajo un manto de impunidad.
Notas e Referências
[1] De Miguel, Rafael, La justicia del Reino Unido deniega la inmunidad a Juan Carlos I y abre la puerta al juicio por acoso a Corinna Larsen, El País, publicado el 24 de marzo de 2022, disponible en https://elpais.com/espana/2022-03-24/la-justicia-del-reino-unido-deniega-la-inmunidad-a-juan-carlos-i-y-permite-el-juicio-por-acoso-a-corinna-larsen.html
[2] Cueto, José Carlos, Juan Carlos I: la ruptura pública del rey Felipe VI con su padre y su hermana para tratar de salvar la reputación de la monarquía en España, BBC, publicado el 06 de agosto de 2020, disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53647990
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