Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!
Rubén Darío
Llena de alegría recrear el pasado, las glorias deben reconocerse y son muy loables, sin embargo, hay algo de perverso en el hecho de vivir en la historia y la memoria del pasado, toda vez que esto no nos deja continuar hacia un futuro alentador, ya que se tiene la idea de que todo lo bueno y lo bien hecho ha pasado y sólo nos quedan las sobras de aquellos triunfos.
Ser joven, aunque sin duda tiene sus ventajas, en el campo laboral, por lo general, no se ve con buenos ojos. Los directivos y departamentos de recursos humanos perciben a los jóvenes como los sin experiencia, los carentes, los ilusos, simplemente son los que les falta; depositarios de las frustraciones no cumplidas de los experimentados. Ser joven carga, especialmente en ciertos ámbitos, con una estigmatización que los deja en desventaja, una condición discriminatoria, peligrosa o desfavorable, de tal modo que, de alguna forma, se han convertido en un sector damnificado de un sistema decadente en el que no es redituable invertir ni apostar.
Actualmente, los jóvenes presentan dificultades para lograr sus objetivos financieros como la adquisición de una casa, obtener un crédito, así como para crecer profesionalmente, obtener estabilidad laboral, conseguir mejores condiciones de trabajo o que sus méritos sean reconocidos en su justa medida.
La situación laboral, regularmente, es mal pagada y con horarios extendidos con los que resulta imposible conciliar la vida privada y la laboral, especialmente en algunos sectores en los que deben elegir entre avanzar en su carrera o anteponer los planes de vida, dando como resultado que ante un campo tan competitivo, se elija el medio laboral y se redefinan las prioridades.
Adicionalmente, la situación se ve agravada toda vez que en Latinoamérica existe una distinción por origen social y factores socioeconómicos que no ayuda a generar una igualdad de oportunidades que no solo exalta la pobreza, discriminación y su marcada herencia intergeneracional que reproduce y garantiza privilegios, sino que también, estigmatiza, relega y condena a las desventajas que se transmiten de padres a hijos, tal cual sucedía en la época de la esclavitud.
¿La pobreza se hereda? Esto es parte de la nueva esclavitud, una esclavitud moderna en donde existe un circuito no imposible pero si muy difícil de romper, en donde quien nace pobre está en gran medida condenado a vivir y heredar la pobreza a sus futuras generaciones; se trata de la maldición de la pobreza, que de acuerdo a Oxfam en su informe Desigualdad 1 - igualdad de oportunidades 0, cuanto más ocurre este fenómeno, más desigualdad existe en un país y menos posibilidades hay de que cada nueva generación viva mejor que la anterior, ya que los hijos heredan en mayor grado la clase social o el nivel de ingresos de sus padres.
De esta forma se ha identificado que a mayor desigualdad, existe mayor condicionamiento por el hogar en el que han nacido los hijos, de tal forma que se presentan cada vez menos opciones de movilidad social, haciendo que esa falta de movilidad implique que las personas no puedan cambiar de un nivel socioeconómico a otro.
Asimismo, habría que apuntar que existen otras condiciones que pueden limitar las oportunidades de crecimiento laboral de los jóvenes, como su color de piel, su forma de vestir, sus preferencias sexuales, su origen y su género.
En relación a este último factor es relevante mencionar que el tema de género ha jugado un papel prioritario en las demandas sociales en la actualidad. Es un hecho que la mujeres exigen cada vez con más fuerza un rol más preponderante en el ámbito laboral, buscan reconstruir una realidad en donde existe un legado cultural y de estructura social, pues por ejemplo, en México, más de un 30% de la mujeres afirma que su género ha jugado un rol determinante para no ser considerada en una oportunidad de ascenso en su carrera, percibiendo así que existen menos oportunidades para desarrollarse y crecer en sus trabajos.
De esta forma se pueden ir sumando circunstancias que aminoran las posibilidades de los jóvenes y demeritan el valor que naturalmente tienen, haciendo que se tengan que enfrentar al desempleo, a la pobreza, a la ausencia de oportunidades educativas, a la depresión, a la soledad, a la incertidumbre y a las adicciones.
Una sociedad que no incentiva al crecimiento de sus jóvenes, no tiene oportunidades de mejorar su futuro. La realidad de la sociedad actual debe llevarnos a dejar de vivir de las glorias pasadas que indican que todo era mejor antes, para empezar, algunos por primera vez, a apostar al futuro. Parece que el crimen de un joven es ser joven, lo cual solo prescribe con el tiempo.
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