No hay barrera, cerradura ni cerrojo
que puedas imponer a la libertad de mi mente
Virginia Woolf
En la actualidad resulta común que las mujeres aporten una parte o la totalidad del sustento de un hogar por lo que, sin duda, el rol que juega la mujer en la sociedad ha cambiado en las últimas décadas. En este sentido, el Banco Mundial ha enfatizado la importancia de la creciente participación de la fuerza laboral femenina y cómo esta tuvo un papel importante en la reducción de la pobreza en Latinoamérica y el Caribe, toda vez que los datos revelan que sin su trabajo, la pobreza extrema en la región habría aumentado en un treinta por ciento.
Aunque no cabe duda de que se ha logrado consolidar el reconocimiento de ciertos derechos de la mujer -en muchos casos con gran dificultad, especialmente en países latinoamericanos-, en el ámbito laboral sigue existiendo una gran diferencia por cuestión de género, ya que muchas veces resulta no solo difícil sino, incluso, imposible aspirar a alcanzar los más altos puestos, conseguir un ascenso, tener las mismas oportunidades que un hombre, ser valorada justamente en la medida de las capacidades y esfuerzo, o simplemente ser considerada más allá de una cuota de género.
Las prácticas discriminatorias en los centros laborales son cada vez más tácitas, más discretas en lo público, pero al mismo tiempo más violentas, de tal manera que la discriminación hacia el sexo femenino es erróneamente sustentada en la idea de superioridad, odio o desprecio y se traduce en el hecho de que muchas mujeres tengan que enfrentarse a diferentes obstáculos, prejuicios, acoso y cuestionamientos que limitan su participación activa en las negociaciones, decisiones y acuerdos que se toman, por lo que es muy común percatarnos que existe una mayoritaria integración femenina en puestos menores que no implican toma de decisiones trascendentales para una empresa o institución.
No hay industria que se salve de la desigualdad y así, por ejemplo, en la del entretenimiento se presentó recientemente el caso de Robin Wright en el 2015, actriz y coprotagonista en ese entonces de la serie House of Cards junto con Kevin Spacey. En dicha serie, el pago por capitulo para Spacey era significativamente mayor que para Wright, por lo que por mismo trabajo, recibía menos remuneración. De igual forma podemos recordar el llamado de atención en el negocio del deporte donde varias mujeres han alzado la voz ante la abismal y monstruosa diferencia de salarios. Estos son ejemplos de un sinfín de casos que se viven alrededor del mundo, en diferentes áreas, disciplinas y profesiones que trascienden del sector laboral hacia los hogares, pues la carga de la educación de los hijos, deberes domésticos, entre otros, aún impacta fuertemente a la mujer.
Conforme al indicador World Economic Forum para medir la desigualdad de género en el año 2017 se reportó que entre los países con menor desigualdad figuraban Islandia, Noruega o Finlandia, mientras que México ocupó el lugar 66. Ahora bien, la revista Forbes en el año 2019, indicó que en Latinoamérica, México fue el país con mayor brecha salarial, lo cual demuestra una clara violación a la dignificación de las mujeres en el sector laboral, demostrando así que existe un problema estructural que debe ser atendido con urgencia.
Estos retos no se limitan únicamente al sector laboral, sino que provienen de una profunda cuestión ideológica e incluso de la creación de una cultura desvirtuada y retorcida que muestra a la mujer desde la cosificación, como una pertenencia o propiedad del hombre o del pater familias, lo cual falsea todo el potencial que tienen las mujeres y las relega a un mundo del silencio, la denostación, discriminación y pauperización.
Romper estos paradigmas no será fácil, ya que principalmente no existe un genuino deseo de que exista un cambio. En muchas ocasiones, la consigna de derechos únicamente se ha quedado en papel mojado o ha servido relativamente para que lo que antes se pensaba en alto, ahora se diga en lo privado, entre los amigos, de puertas para adentro, mientras que hacia afuera se muestra un discurso políticamente correcto que muy pocas veces reproduce la realidad, plagado de mentiras, que esboza una bandera que no corresponde a lo que realmente piensa quien lo expresa y que es emitido para generar méritos y aplausos inmerecidos.
Los techos de cristal y suelos pegajosos son parte de la realidad que muchas mujeres afrontan, en donde el género femenino ha pasado del papel sumiso y callado a convertirse en protagonistas de exigencias ciudadanas, lo que llega a incomodar a quienes no quieren dejar el statu quo que provee el pensamiento machista, independientemente de si es reproducido por hombres o mujeres.
Hoy en día, por muy aberrante y arcaico que suene, muchos hombres siguen pensando que las mujeres deben pedirles permiso, o que su inteligencia es superior; aquí un mensaje a todos los hombres rústicos y mujeres alienadas por el pensamiento machista: es importante que aunque sea incómodo o doloroso, se den cuenta que hasta los engaños y mentiras tienen fecha de caducidad.
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