Los toneles vacíos son los que hacen más ruido
Proverbio hebreo
Si en un gobierno de coalición, quienes se unieron solo riñen entre ellos y se impiden el cumplimiento de sus objetivos, ¿cómo esperan gobernar eficazmente?
En resumen, eso es lo que ha sucedido en Israel desde el 2019, pues en los últimos 2 años ha habido 4 elecciones, una tras otra, y el Primer Ministro no ha podido consolidar su cargo, pero para entender la situación es necesario saber como funcionan las elecciones en dicho país.
El Parlamento cuenta con 120 escaños, los cuales se reparten proporcionalmente entre los partidos que en las elecciones obtengan más del 3.25% de los votos; luego de las elecciones, el presidente israelí da al líder del partido con mayor cantidad de escaños la posibilidad de formar una coalición para tener la mayoría en el Parlamento, es decir, por lo menos 61 curules. Si tras cuatro semanas no se forma una coalición, el presidente puede prorrogar por otras cuatro semanas; si luego de ese segundo intento aún no hay un gobierno formado, entonces otro miembro del parlamente podrá intentar crear una coalición; y si ese tercer intento también fracasa, entonces el Parlamento se debe de disolver y se realizan nuevas elecciones. Cabe mencionar que en Israel el presidente tiene un cargo meramente protocolario, pues el Poder Ejecutivo se encuentra en la figura del Primer Ministro, mismo que es nombrado por el Parlamento.
En abril y en septiembre del 2019 los israelíes acudieron a las urnas y en esas dos ocasiones los partidos más fuertes fueron el partido Likud, encabezado por Benjamín Netanyahu, y el partido Azul y Blanco, encabezado por Benny Gantz. A pesar de que entre ambos pudieron haber formado una coalición para juntar la mayoría de los escaños, nunca lograron unirse, por lo cual estas dos elecciones no fueron exitosas, fue hasta marzo del 2020, tras las terceras elecciones, que Netanyahu y Gantz lograron coalicionarse, bajo el argumento de dirigir adecuadamente el país durante la pandemia.
Entre los puntos que dispusieron para ponerse de acuerdo hay tres relevantes: Gantz no podría vetar las decisiones de Netanyahu mientras que este sí podría vetar las decisiones de Gantz sobre quién sería ministro de Defensa, Asuntos Exteriores y Justicia; Netanyahu conservaría el cargo de Primer Ministro durante 18 meses, posterior a los cuales el cargo pasaría a Gantz; y presentarían un presupuesto federal único para el 2020 y el 2021.
Hacia finales del año 2020 Netanyahu no había ratificado a dichos ministros ni cedía para crear un presupuesto de manera conjunto, paralizando con ello la vida pública de Israel, impidiendo que se cumplieran las tareas de cualquier gobierno y fue ante tal situación que se decidió realizar unas cuartas elecciones, pues la coalición que había sido tan esperada no fue positiva.
Benjamín Netanyahu parece ser el favorito en las elecciones, lo cual se puede atribuir a dos causas: la primera de ellas es que ha sido Primer Ministro de Israel desde el 2009 por lo cual es ya conocido; la segunda causa a su favor es la campaña de vacunación contra el covid-19, pues bajo su mando en tres meses más del 50% de la población israelí ha recibido, por lo menos, la primera dosis de la vacuna y esto es algo que empleó en su campaña electoral para obtener votos a su favor.
Sin embargo, así como tiene aspectos de su lado, también hay otros en su contra y es que desde el año pasado se encuentra enfrentando un juicio bajo las acusaciones de cohecho, fraude y abuso de poder debido a que se le atribuye dar favores a grupos de telecomunicaciones a cambio de que sirvan a sus intereses, entre otras acciones todas las cuales él ha negado. Este juicio ha afectado la aprobación de que gozaba pues incluso en las ocasiones que se ha presentado al juicio se han presentado además manifestantes que piden su dimisión como Primer Ministro.
Se acusa a Netanyahu de actuar en beneficio propio, pues se especula que quiere retrasar las elecciones por falta de coaliciones hasta finales del año, cuando el actual presidente, Reuven Rivlin, termine su mandato y el Parlamento tenga que elegir un nuevo jefe de Estado, eligiéndolo a él y así gozar de plena inmunidad ante la justicia.
Aunque lo más probable es que el partido de Netanyahu sea el que obtenga más escaños en el Parlamento, eso no garantiza su continuidad como Primer Ministro ya que esto dependerá de si logra una coalición con algunos de sus contrarios, lo cual en realidad es bastante probable pues uno de los candidatos más importantes es Neftalí Bennett, personaje político que anteriormente trabajó con Netanyahu como ministro de Defensa. Otra posibilidad es que entre todos los demás partidos lleguen a un acuerdo, formen una coalición y cambien a Netanyahu por otro como ministro. O incluso, en el escenario más complejo y probable, Israel volverá a convocar elecciones por quita ocasión.
Debemos esperar un poco más para saber cual será el rumbo de Israel: por fin un gobierno que pueda sacar al país de un estancamiento político o continuar en la incertidumbre sin liderazgo. ¿Pero valen más los intereses personales que el bien de todo un país? ¿Es más importante mantener un cargo u obtener inmunidad que lograr acuerdos y atender a las necesidades colectivas, sobre todo en el escenario de crisis actual que se ha extendido por un año y puede que sea por más tiempo? Es momento de que los políticos israelís ordenen sus prioridades, esperando que la principal de estas sea terminar con esa falta de certeza que tanto les ha afectado.
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