Clima de odio y fanatismo – Por Abril Uscanga Barradas

04/09/2017

“La mayoría no eran ni pervertidos ni sádicos, sino que eran y siguen siendo terrible y terroríficamente normales”

Hannah Arendt 

Hemos visto a través de las noticias un sinfín de historias que revelan el retorno de lo que considerábamos como una página dada la vuelta, incluso, creíamos que la superación de esas etapas era una cuestión natural del ser humano como parte de nuestra evolución, sin embargo, nos damos cuenta de que estamos en peligro de repetir una historia de atrocidades, toda vez que, como sabíamos desde un principio, desde los sentimientos más sublimes hasta los más crueles son albergados en nuestro ser y sólo están a la expectativa de surgir, tal cual sucede en el extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

Ahora entendemos que estamos nuevamente ante la exteriorización del odio, el cual debemos reconocer que nunca ha desaparecido de nuestras vidas, pero ahora, se encuentra más patentemente al descubierto debido a los recurrentes discursos que hacen relucir el odio ante la otredad.

La otredad no sólo implica el desconocimiento del otro como un individuo diferente, sino también, la degradación de su calidad como persona, lo que ocasiona que cualquiera que sea o piense diferente a uno mismo, se pueda convertir en nuestro enemigo. Por esa razón, los crímenes de odio no parecen seguir un patrón específico, ya que cualquiera podría ser el afectado.

El odio va más allá de la simple discriminación, implica un sentimiento más profundo y por lo tanto una escala de problemas mayores; así mientras la discriminación revela preferencia que trasciende a un trato desigual a una persona o colectividad por diversos motivos raciales, religiosos, de preferencias sexuales, entre muchos otros, el odio, por su parte, es algo más íntimo y peligroso que implica la aversión hacia alguien a quien se le desea el mal, la desgracia o incluso la muerte.

Han vuelto a la escena pública discursos de odio a través de grupos de ultraderecha, extremistas, supremacistas y partidos neonazis, que tienen como protagonistas a ciudadanos, personajes públicos y mandatarios de diversos países; incluso, estos fenómenos han aparecido más fuertemente, aunque no de forma excluyente, en aquellos países a los que se suele llamar de “primer mundo”, mismos en los que las luchas contra el odio costaron millones de vidas.

Ha sido un grave error considerar que los discursos y actos demostrados por algunos grupos son algo intrascendente, insustancial o sin importancia, olvidando que el odio se puede expresar de formas banales y reside en el interior de cada uno de nosotros, se filtra y acumula poco a poco como un sentimiento profundo e intenso de algunos individuos, hasta que se presenta un punto de ruptura en que debe ser expresado.

Los discursos de odio son hirientes, utilizan la violencia como su primordial medio de expresión. Estos rebasan con demasía la libertad que pudiera alegarse en su defensa y necesariamente están contrapuestos con los valores que con esfuerzo nos han heredado las generaciones pasadas, las que han luchado por el multiculturalismo, la igualdad, la equidad, la justicia y la tolerancia.

A pesar de lo anterior, no sería justo decir que hemos perdido la lucha, sino que hemos ganado, haciendo visible y sumando voluntades a la disputa que libran cotidianamente diferentes minorías contra el odio.

Frente a nosotros tenemos nuevamente el ideal “I have a dream”, con el firme deseo de que hagamos contrapeso y contrarrestemos la violencia y el odio a partir de las pequeñas demostraciones que realizamos día con día, desde nuestro quehacer diario.


Imagem Ilustrativa do Post: 081-365 Why did the chicken cross the road // Foto de: Cohen Van der Velde // Sem alterações

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