Coluna Fictio Iuris
“A los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política; son un peligro”. José Mujica
Resulta difícil pensar que el año 2022 será peor que el que estamos a punto de cerrar, en el que no solo la pandemia causó estragos (y sigue causando) a nivel mundial sino, también, la continua crisis política por, en muchas ocasiones, la ausencia, falta, incapacidad, inoperancia o inutilidad de sus operadores y, en otras muchas, la codicia, hambre de poder o deseo de inmortalidad de los personajes políticos.
En este sentido, situaciones tan complejas como la crisis carcelaria ecuatoriana que llevó a decretar un estado de excepción en todos los reclusorios del país para intentar recuperar el control de estos lugares, puso de manifiesto la insostenible realidad de, no solo Ecuador, sino también otros países de América Latina, quienes durante años, lustros y décadas han abandonado (si es que alguna vez lo hicieron) el camino de la implementación de políticas criminales y penitenciarias efectivas.
Del mismo modo, esta crisis política también se dejó ver en Haití con la muerte del presidente Jovenel Moïse, quien fue víctima de un ataque a su residencia privada llevada a cabo por mercenarios, así como en Nicaragua, con la detención de opositores antes de las elecciones presidenciales favoreciendo la reelección de Daniel Ortega.
Algunos dirán que esas cosas solo pasan en América Latina, sin embargo, una vez más, es importante eliminar los prejuicios pues, si echamos un vistazo a Europa y, más concretamente a España, la crisis política también está presente.
A lo largo del año 2021 hemos visto cómo presidentas de Comunidades Autónomas han gestionado la pandemia desmarcándose de las directrices del gobierno central, cómo la erupción de un volcán fue alabado por ciertos políticos a modo de atractivo turístico, pasando por alto las pérdidas económicas provocadas, o cómo se ha intentado sembrar en la conciencia colectiva el absurdo del uso de la e como característica del lenguaje inclusivo; inclusión, por cierto, que no ha alcanzado a colectivos como los sordomudos, los invidentes, los analfabetos, quienes continúan en el olvido en favor de modas ridículas que la RAE ya ha dicho, hasta el hartazgo, que no tienen justificación lingüística.
Para aquellos que piensen que los despropósitos anteriores han sido muchos y variados, no olviden que los cierres de fiesta suelen ser los más llamativos y, para muestra, el botón de la propuesta de jubilación del perro pastor (de lo que su servidor ya escribió hace algunas semanas) o el elevadísimo precio de la luz española.
Para ser sincero, me parece extremadamente preocupante ver cómo un país como España que, durante muchos años, fue un ejemplo de estado de bienestar, se esté convirtiendo de manera incesante en una nación donde ese bienestar comienza a brillar por su ausencia.
El país que hace años contaba con un sistema sanitario envidiable, no solo a nivel europeo sino también mundial, se está transformando en un país donde los seguros privados comienzan a ganar alarmante fuerza.
El país en el que la jubilación estaba garantizada, se está tornando en otra de esas naciones donde los fondos privados de ahorro se hacen cada vez más necesarios.
El país donde la calidad de vida hacía de España un referente, se ha convertido en un país donde la prohibición y la inflación son los protagonistas. Basta ver el exagerado incremento en el precio de la luz para hacerse una idea de dónde está actualmente España y hacia dónde va.
Con esas características actuales, me resulta curioso, irónico y, por qué no decirlo, hipócrita, ver que en este año 2021 hubiera llamamientos de esos mismos personajes que se hacen llamar políticos/as para que aquellos que nos encontramos fuera de España, regresemos. ¿Acaso ya no recuerdan que ellos son quienes hicieron que los hoy migrantes nos fuéramos de España, hartos de faltas de oportunidades mientras ellos, como se suele decir, siguen (porque nunca lo han dejado) comiendo en sus pesebres?
Como decía al principio de esta columna, resulta difícil pensar que el año 2022 será peor que el que ya se va, sin embargo no hay que subestimar el poder, la incapacidad, la nulidad o como gusten llamarlo de una ingente cantidad de políticos, quienes parecen vivir en realidades paralelas (o para lelos, lo que explicaría muchas cosas) y que solo se preocupan por la sociedad cuando es tiempo de elecciones para, como si de ave carroñera se tratase, llegar al lugar indicado por sus asesores para ver qué pueden rapiñar a la sombra del discurso del “y tú más”.
En este pequeño recopilatorio del año 2021, no puedo dejar de lado esperpentos como los vividos en la monarquía española, donde la tocata y fuga no en re menor sino del rey emérito, en un contexto de investigaciones en su contra, evidenció dos situaciones: i) el gran amor e interés que la monarquía tiene por sus plebeyos (nótese la ironía) y; ii) la monarquía en el siglo XXI es un retraso que solo representa el mantenimiento de una familia a costa de los contribuyentes. Por cierto, resultó especialmente interesante que el vigente rey Felipe VI afirmara en su tradicional y totalmente prescindible discurso navideño que la ley es igual para todos cuando su padre dijo, al estilo de Frida Kahlo, “pies para qué los quiero si tengo alas para volar”, a Dubái concretamente.
Decía Lord Acton que “con un poder absoluto, hasta a un burro le resulta fácil gobernar”, sin embargo, en aras de ser objetivos y de reducir el clima crítico de esta columna, diré que el burro no debe ser menospreciado, ya que más allá de su concepción popular e independientemente de estudios científicos sobre su capacidad intelectual, estos animales demuestran cualidades como la lealtad o el trabajo duro, de lo cual, muchos de los que he hablado a lo largo de estas líneas, carecen e, incluso, desconocen su significado.
Imagem Ilustrativa do Post: brown wooden // Foto de: Tingey Injury Law Firm // Sem alterações
Disponível em: https://unsplash.com/photos/6sl88x150Xs
Licença de uso: https://creativecommons.org/publicdomain/mark/2.0/